El desconocido monstruo los rodeó en menos
de un segundo, cercándolos con fuerza poderosa y humillándolos feamente, los cegó
con su luz y los atrajo con las alas en un solo grupo para darles un golpe
definitivo.
Después de que los tuvo así de dominados, se
enrolló tranquilamente en la cola, sacando la bífida paja, amenazadora y
contundente, y lanzándoles gruesos chorros
de veneno a los ojos que los hizo gritar de desespero y muerte. Sin duda el
dolor era intenso porque se retorcían encima de la arena como gusanos en el
fuego, mientras el veneno empezaba a paralizarles el cuerpo dejándoles
únicamente el poder del habla.
Sansón miraba con atención lo que la cobra
hacía y la dejaba actuar para que los hombres no olvidaran la lección.
Cuando los maleantes quedaron paralizados
como piedras, la enorme serpiente volteó a mirar a sansón queriendo irse pero uno
de ellos pidió ayuda. “Ayúdenos. Sálvenos joven de éste monstruo y seremos sus
esclavos por siempre, por siempre. Lo prometemos”. Sansón los miró con atención
y pesar. “No les da pena pedirme eso?”.
“Seremos sus esclavos fieles. Haremos los que
nos diga donde sea y cuando sea. Se convertirá en el dueño del desierto, en el
príncipe de ésta región. Pero ordénele a la cobra que nos devuelva el
movimiento”.
En ese momento la serpiente se iluminó más,
como un sol, quitándoles la visión a causa de tanta luz que despedía.
Ellos
se sintieron tan mal, que quisieron revolcarse en la arena pretendiendo huir de
la luz pero no pudieron, porque eran troncos vivientes sin movimiento, solo
repitieron. “Ayúdenos joven. No resistimos tanta luz. Dénos el movimiento”.
Sansón miró a su serpiente, se acercó levantando
la mano derecha para tocarle un ala y para indicarle que se calmara porque todo
había concluido. Entonces ella se enrolló sobre si, plegando las alas que
brillaban como lámparas inmensas en la vastedad de la arena. El muchacho le
dijo. Devuélvales el movimiento gran serpiente mágica. No les haga mas mal.
Entonces la cobra se levantó iluminándose
otra vez, semejante a un sol. Y extendiendo las alas sobre el grupo de hombres,
los tocó como quiso en el nacimiento de la espalda y en la nuca. Inmediatamente
pudieron moverse sintiendo un aire fresco muy vital, pero se quedaron quietos
porque lo que habían acabado de ver los tenía asombrados, incapaces de
explicación.
Entonces la serpiente desapareció de modo
misterioso tragada por el calor y el viento que pasó como un vaho calcinante-adormecedor.
Se pusieron mudos de admiración y pasmo.
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