miércoles, 14 de marzo de 2018

CUIDADO SANSON, LO QUIEREN MATAR 37



En un instante llegó a continentes desconocidos pero hermosos que  siglos después tendrían el nombre de Amerindia.
Los camellos querían que Manoa conociera esas tierras para que llevara en su recuerdo lo mejor que había en el planeta.
Atravesaron el espacio haciendo túneles en el vacío.
En menos de lo que se demora uno en pensar alguna cosa, llegaron a Columbus de amerindia en el sur, el imperio de las riquezas y las hadas, como ya se dijo, y donde el agua bañaba la tierra fecundándola en todo tiempo y donde además crecían y se multiplicaban las especies sin detenerse porque allí se le hacía continuo homenaje a la vida.
Bajó en un vuelo pausado para ir mirando todo con curiosidad y mucha calma, su asombro era inagotable. “Yo pensaba que todo el planeta era un desierto”, se dijo y no sentía hambre ni cansancio tampoco, solo algo de sueño pero sueño liviano que no lo estorbaba.
Cayó blandamente a tierra en su camello, mientras los otros tres animales también aterrizaban no muy lejos de el, entre la espesura de árboles salvajes de verde follaje y exóticos aromas donde vivían micos, culebras, guacamayas, murciélagos. Esos árboles estaban cargados de frutas de toda clase y sin pensar comió y comió lo mismo que los camellos. Entonces muy tranquilo y satisfecho se recostó en el pasto poniendo la cabeza en el tronco de un árbol. Sin darse cuenta se quedó dormido en ese bosque que lo protegía del sereno de la noche y del sol que llegaría al otro día con intensa luz.
Ahí no tuvo sueños.
Se despertó tarde sintiendo un estado de enajenamiento, e increíble ligereza que le daba alegría y mucha paz.

Volvió a montarse en su camello pero no para volar, sino para caminar por aquel imperio de selva y oro, de esmeraldas y petróleo, de tierras fecundas y pájaros jamás imaginados. Miraba con asombro los poderosos ríos que parecían mares porque no lograba ver la otra orilla. Paseó largo rato en su camello, mientras los otros tres animales lo seguían, lanzando gritos felices por estar aquí. “Aooooooo, aoooooo” Se sentó un rato a la orilla del río para ver los peces gigantes de catorce colores y ojos con pestañas violeta que salían impulsados del agua elevándose cinco metros para caer otra vez en malabarismos sorprendentes como dando gracias a la naturaleza por tanta generosidad.







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