viernes, 27 de abril de 2018

CUIDADO SANSON, LO QUIEREN MATAR 42



Estando así de feliz, se despertó de repente, sintiendo un frío que le recorría la espalda y que la regresaba a su realidad.
El joven Sansón también tuvo buenos sueños, pero no se acordó de ellos por el cansancio tan violento que tenía.

Ahora Manoa estaba al otro lado de las rocas dándole de beber a las cabras que llegaban  a su lado, lamiéndole los brazos y la cara. Les daba cáscaras de plátano y tallos de plantas dulces que ellas comían aceleradas. El las tocaba suave “Hola mis pipiolas como están?”
Caminaba despacio en éste lado de los corrales que eran de tierra arcillosa y agrietada por el intenso calor del aire. Procuraba reunir a los animales en un solo sitio para saber cuantos habían nacido la última semana y también para curarles el ombligo y darles drogas que los librara de las enfermedades y las pestes tan persistentes en esa zona; saltaba detrás de los caprinos arreándolos en la dirección correcta; corría alrededor de las piedras, gritando, silbando y consintiéndolos hasta reunirlos por fin en un solo sitio. Parecían jugar con el hombre al que conocían y cansaban con sus caprichos y desobedecimientos.
Mientras Manoa hacía eso, Sansón fue detrás de la casa donde el camello Dock estaba echado muy tranquilo bajo la sombra de un cedro y de una palmera que le daban una frescura particular. Como vio que todo estaba bien, regresó a la casa y entró a su alcoba para sacar las flechas y el carcaj que pocas veces abandonaba. Después salió gritando muy contento: “Hasta pronto, no me demoro”. Mara le dijo “Hasta luego hijo que le vaya bien” y su padre que también lo oyó, le gritó “Hasta luego hijo, saludos a Joaquín”
Se fue con paso largo y seguro cuando el sol empezaba a ponerse mas caliente, mas intenso.
Corrió encima de la arena entusiasmado, proponiéndose no demorarse mucho.
Aunque la caminata era la misma rutina a la que estaba acostumbrado, aunque fuera la misma arena porfiada y dormida, el calor igual de abochornante, la gran luz cayendo a racimos, y las culebras como guardianes de un extenso territorio, todo, esta vez fue distinto, porque las ganas de volver a Filistea, le ponían dicha a todo.







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