La noche empezó apacible, muy tranquila, y siguió lo mismo hasta el
amanecer.
Luego de que Sansón leyera en voz alta y a la luz amarilla de la antorcha,
tres páginas del Corán, y de comentar sus versículos, sintieron que debían irse
a descansar para madrugar sin afanes.
Ya habían preparado sus morrales con las cosas que consideraban
necesarias y también las bolsas de piel de cabra en las que llevarían agua, líquido
tan vital en el desierto.
Manoa se armaría con una espada y un bastón de roble para defenderse de
los animales peligrosos o cualquier otro enemigo que los quisiera atacar.
Su esposa se pondría el velo cuando llegara al país porque su belleza y
sus ojos judíos delatarían muy fácil que era una extranjera, y eso les traería
problemas. Lo demás lo dejarían en manos de la gran inteligencia que decidiría todo
con sabiduría.
Durmieron inquietos un rato mientras llegaba la hora de salir.
Mejor dicho, casi no durmieron: volteaban de este lado, se ponían de
espaldas quedándose así algunos minutos, para voltearse luego al otro lado y al
otro, y bostezar, “Jjjjjjjjjjjjjj” y volver a bostezar, por tanta inquietud que
tenían. Continuaron así largas horas, en medio de la intensa y bochornosa noche
mientras decían bobadas en susurros.
Pero Sansón tampoco durmió porque pensaba en la muchacha.
En la hermosa joven que le perturbaba el pensamiento y el control:
“Quién será?”; “Que hará?”. “ Debo hacerla mía aunque el mundo completo se me
venga encima”, pensaba volteándose sobre su costado derecho: “Nadie me la quitará; tendrán primero que
matarme”, y siguió pensando cosas parecidas mientras afuera se oían chirridos
largos, gritos instantáneos, cantos de pájaros nocturnos, además del
electrizante calor como una estación de energía envolvente y posesiva. Como agujas
invisibles perforando el cerebro.
Solo a las tres de la mañana les cogió
el sueño hasta las seis, hora en que Sansón se levantó para alistar algunas cosas que hacían falta en el
viaje.
Fue a la cocina, a la hornilla. Metió leña en el fogón y en un momento
encendió un fuego que hacía volar chispas amarillas y azules reventando y
desapareciendo en el aire gris de la mañana…… El humo invadió todo
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