“Los dioses quieren raptarte para llevarte con ellos. Están celosos con
nosotros por tenerte” le dijo Manoa, afirmando entre la arena y entre algunas
piedras, un poste central que resistiría casi todo el peso de la cubierta, que
al fin quedó lista para guardarlos en esa noche.
El marido haría guardia primero, hasta que la luna llegara alta en el
cielo, luego Sansón vigilaría desde las dos de la mañana hasta el completo
amanecer.
Prendieron una fogata con troncos y ramas que encontraron al otro lado
de las peñas, para alejar a los animales salvajes, a las culebras y otros
bichos peligrosos que pudieran hacerles daño. . . Comieron frutas secas que
sacaron de uno de los morrales, y se alistaron para el descanso, tirándose encima de dos pieles de
león puestas dentro de la tienda para amortiguar la talladura de la arena. “Tendré
la espada lista por si acaso”, dijo Manoa con la cabeza agachada, pasando el
dedo pulgar sobre el cortante filo que lanzaba destellos con la luz de la
fogata. “Debes tener cuidado con los ladrones” dijo Sansón. “A mi ya me atacaron
cuando regresaba a Israel”. “Te atacaron?. . . y no habías dicho nada”,
respondió la madre algo alterada. “No quería intranquilizarlos”. “Debes
cuidarte. La vida no es fácil, tiene peligros a toda hora y en todo lugar”. “Lo
sé, pero llevo algo en mi, que me protege siempre, siempre”. “Como así”, murmuró
Manoa. “Es el secreto que me acompaña y que ustedes ven cuando reflexiono junto
a la casa, o debajo de las palmeras”.
Mara y Manoa se miraron sin decir nada.
Ella, igual que su marido, sabían que Sansón
era un muchacho señalado por el ángel para hacer cosas especiales, desconocidas
por la gente. Sabían que tenía la protección del cielo y que una coraza inmensa
lo escudaba en todas partes y en todo tiempo, sin excepción.
Sansón pensó en la cobra obediente a sus
deseos. Ella también lo protegía a toda hora aunque nadie la viera. Era su
talismán, su defensa y su escudo, sin la cual no podía hacer nada
extraordinario.
Ya
soñolientos, dijeron “buenas noches”. Entonces el sueño les llegó lento y silencioso.
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