Sansón pensó en la cobra obediente a sus
deseos. Ella también lo protegía a toda hora aunque nadie la viera. Era su
talismán, su defensa y su escudo, sin la cual no podía hacer nada
extraordinario.
Ya soñolientos, dijeron “buenas noches”.
Entonces el sueño les llegó lento y silencioso. En ese estado, las horas pasaban
calladas, escondidas, como fantasmas huidizos.
El padre, comprometido a vigilar en la
primera ronda, caminó despacio por los alrededores mirando a lo profundo del
espacio algunas estrellas que le hacían guiños desvergonzados viéndolo solo,
atisbó la lejanía con ojos nuevos, y escudriñó entre las rocas y las piedras para
prevenir algún peligro que pudiera dañarles la tranquilidad.
Se sentaba en la arena junto al quiosco, para
volverse a parar en poco tiempo al percibir ruidos desconfiables; contemplaba concentrado
la fogata que a veces se debilitaba queriendo apagarse, le ponía ramas y
troncos gruesos que la candela devoraba en poco tiempo dejando solo las cenizas,
entonces llegaba el viento y la arrastraba rebelde a otros sitios, donde la
arena la consumía con sus bocas glotonas-implacables.
Algunas veces, ruidos extraños debajo de las
piedras y en las grietas de las peñas, lo ponían alerta. Entonces se paraba de
un salto, caminando cauteloso, listo a defenderse, pero
finalmente, cuando se aseguraba que no era nada grave, volvía al silencio, y
todo regresaba a la quietud.
Así se deslizaba la noche.
Estuvo sentado largo rato encima de una
piedra grande que le permitía vigilar su alrededor. Bajaba seguido para atizar
la hoguera y para mirar a su mujer y a su hijo que dormían profundos. Se quedó
observando las chispas crepitantes en el aire y las llamas que crecían y se
achicaban impulsadas por el viento de la noche. Sin darse cuenta, el tiempo
pasó envolviendo todo como un amo todopoderoso, tiránico-inevitable.
Levantó los ojos para mirar la luna que
estaba fría, color blanco perlado y dándose cuenta que iban siendo las tres de
la mañana y que necesitaba dormir, entró al quiosco llamando a Sansón
suavemente “Tengo sueño hijo, necesito dormir un rato”.
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