lunes, 19 de abril de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 10 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)

Despues de esa entrega, los Toches, vecinos de los Dulimas, fabricantes de pectorales de oro con artesanías de diamantes, y coronas de plumas de aves exóticas, traían para la diosa el mejor pectoral. Tenía hilos de plata enrollados y palabras también de plata: "Somos el pueblo sabio", decía una frasecita angulosa. Tenía artificios como hoyuelos, giros del metal, terminaciones brillantes y grabados secretos. Eran las creencias del pueblo Toche que otro día emigraría a las tierras de Santander.
Había un sol tallado en lo alto con un diamante en el centro, la luna a su lado y una esmeralda. Mas allá una constelación de estrellas y cada estrella con una perla del océano. Traían también una corona de plumas de cisne, símbolo del poder y la sabiduría. Había causado batallas individuales, persecuciones e intrigas.
Como Ibagué no quería ser ignorado por la diosa, se montó en su caballo para pasarle el pectoral y la corona. El animal sacudió la cola y su crin de plumas de colores que la diosa admiró curiosa. Echó mas chispas azules por los ojos quemando al cacique Calarcá en un brazo y en una pierna que el retiró brusco. La piel se le enrojeció, le aparecieron ampollas grandes y acuosas que lo asustaron por lo raras y ardientes. Los bordes se le enegrecieron y el cacique gritó adolorido "Huy es terrible, ho, ho, ho, ho, diosa sálveme", decía congestionado soplándose las quemaduras. Entonces Tulima preocupada por el combatiente, estiró un brazo y poniendo la palma de la mano hacia abajo entrecerró los ojos y diciendo palabras mágicas curó a Calarcá. Todos vieron el prodigio y mirando a la diosa se quedaron callados junto a los elefantes que agitaban las orejas, nerviosos, y al pie de los leones de melena roja que rugían mientras lágrimas verdes les salían de los ojos resbalándoseles por las barbas y el hocico donde se las tragaban callados y hambrientos.
Los Toches le pasaron el pectoral y la corona a Ibagué que enderezándose en el caballo se los dió a la deidad. "Gracias, gracias pueblo Toche. Que hago para agradecerles esto?" y como no encontraba donde dejar los regalos, Ibagué corrió en el caballo hasta donde algunos indios tenían cargas de empaques, volviendo con un costal de fibras vegetales donde la diosa depositaba los regalos de los pueblos.

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