miércoles, 21 de abril de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 11 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao

Ibagué vió a una niña acompañada de su madre. Estaba vestida de colores con una flor amarilla en el pelo. Era representante de los Ambalás que vivían al nororiente de las tierras de Cajamarca y que no paraban de gritar y de celebrar el encuentro con la diosa y con el pueblo de la montaña transparente tomando chicha traída en bolsas de piel de ovejas. Fabricaban la bebida con maíz. Los embriagaba alucinanate y bebían sin parar.
La niña mostró a Ibagué y a yexalen una figura de oro difícil de sostener por su peso. Era la escultura de una mujer desnuda. Representaba a la diosa Madremonte sentada en un tronco de oro. Los ojos eran dos esmeraldas casi vivas. La escultura sonreía, parecía moverse. Era grande como el brazo de un hombre. Tulima la recibió recordando a Madremonte, de la que era buena amiga.
El sol apareció en el hielo a lo lejos. Su luz y la luz de la diosa competían, creando reflejos fantásticos, encegueciendo a los ciento veinte mil Pijaos allí. Nubes rojizas salieron alrededor del sol navegando y hundiéndose en un espacio blanco y limpio, sin fin.
Mientras tanto los Chipalos, obedientes y trabajadores, cultivadores de maíz y hortalizas, le mostraron a Yexalen una docena de ponchos de lana de colores para que la diosa los usara en éste nevado tan frío. Esos indios tenían coronas de plumas de guacamayas.
Los Panches tenían la cara adornada con rayitas artísticas de colores azafrán, negro y rojo que los hacía amenazantes. De sus narices colgaban largas narigueras de fibras y almendras vegetales de colores. Fabricaban lanzas de hierro y de bronce, flechas envenenadas y carcajs de bejucos, y arcos de madera flexible y fuerte. Traían para la divina mujer una lanza de oro con punta de diamante, símbolo del pueblo. Esa lanza era el significado de la guerra y de la paz, del comienzo y el fin.
Los leones rugían estrujando las rojas melenas, lamiéndose las caras y los hocicos, mientras los cocodrilos abrían las fauces mostrando tres lenguas enormes como animales vivos. Bostezaban largo por el hambre. Mas de setenta culebras se enrollaron en las patas de los elefantes, se les veía el esqueleto, los intestinos porque su transparencia era diáfana

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