lunes, 26 de abril de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 16 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Gruesos bnloques de hielo se desprendieron de lo alto, deslizándose encima del relieve, saltando en las colinas, despedazándose en los picos y cayendo por fin en los valles "ppppplllllaaaaaaaaffffffff". Ninguno de esos bloques le hizo daño a la gente porque estaban en una planicie larga protegida por altas rocas "Gracias diosa luna por protegernos", decían a gritos mirando a lo alto.
El día se oscureció, se puso pesado. El sol desapareció quedando una rara penumbra, atemorizando a la multitud. Entonces se tiraron de rodillas al hielo, levantando la cabeza al cielo, rogándole a las fuerzas del viento y de la noche que les cuidara la vida, "Oh dioses de las sombras, calmen su ira. Nosotros no estamos haciendo nada malo. Por favor cálmense que nosotros les haremos los sacrificios que quieran y cuando quieran" y oraban mas, cogiéndose de las manos y abrazándose mientras las nubes se ponían negras pasando vertiginosas por la montaña, para luego devolverse, girar y dejarse venir con una tormenta increíble, formando torrentes caudalosos en el hielo.
Todos se empapaban temblando de frío "Bbbbbbrrrrrr, bbbbbbrrrrrrrr" porque el calor mantenido por la presencia de la diosa había huido. Las mulas cargadas de oro, de comida, de ropas y piedras preciosas también temblaban no queriendo caminar aunque las empujaran y aunque les dieran en las ancas y en las orejas con palos y con rejos.
Tulima extrañamente dejó de reflejar su luz y su calor mientras miedosos rayos se abrían campo entre las nubes, iluminándolas entre bramidos, partiendo y calcinando el espacio, llegando a la montaña brillante con golpes de fuego y de cenizas.
Ahí fue el pánico y el espanto. El pueblo corrió despavorido sin encontrar refugio. Gritaban implorando la calma y la paz: "Oh por favor, nosotros no queremos morir. Oh, oh, oh, oh, oh, oh dioses del trueno y de los rayos, sálvenos, sálvenos por favor". Creían que iban a ser tragados por el hielo o matados por los rayos, o ahogados por las cataratas de aguanieve del cielo, que bajaban en corrientes por la espalda de la montaña.
Entonces la pared que había al frente de la diosa . . .

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