martes, 27 de abril de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 17 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Entonces la pared que había al frente de la diosa, se abrió. Era la gigantesca puerta de un recinto de colores y calor. La montaña se volvió cuatro veces refulgente y esa fosforescencia detuvo al pueblo.
Al ver el prodigio entre el diluvio y el terremoto, corrieron junto a la diosa. "Vámonos con ella, vámonos con ella", y corrían allá, desorientados. Miles de hombres, mujeres y niños se lanzaron a la gran entrada donde la diosa ya había desaparecido, dejando al elefante blanco a un lado del portón.
en poco menos de un momento la montaña quedó sola, porque los Pijaos se metieron en el espacio subterráneo. Los empujones eran bestiales, el forcejeo irracional. Decenas de personas cayeron al suelo muriendo ahogados y aplastados por la turba y por centenares de mulas que desesperadas cruzaban por encima de todos, clavando sus patas y su peso en los cuerpos, tirando al suelo lo que encontraban. "Ppplllllaaaaaaafffffff".
Entonces sin la presencia de la diosa que los había mantenido calmados, los leones, hambrientos y los pumas se lanzaron encima de los cadáveres, descuartizándolos, destrozándolos y tragándoselos en un instante. Lo mismo hacían los cocodrilos abriendo sus fauces "Gggggggjjjjjjj" buscando a los indios fallecidos.
Los otros indios subían a las partes altas y escondidas, donde estaban seguros.
El furor de las bestias era tanto, que mientras devoraban a los hombres, se atacaban entre si. Mientras tanto los elefantes gritaban enfurecidos, formando una muralla a veinte metros de la entrada, deteniendo a los leones, a las serpientes, a los pumas y a los cocodrilos que querían lanzarse sobre el pueblo.
Coléricos coletazos de los cocodrilos y enormes tarascazos herían a los leones que bestiales se lanzaban contra los pumas. Echaban babaza y candela en un ambiente pavoroso. Mientras tanto las culebras se paraban en sus colas y con los ojos hipnotizantes, sacaban la lengua lanzando chorros de veneno, ulcerando la piel de sus enemigos, doblegándolos.

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