jueves, 29 de abril de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 19 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


En la caverna el alboroto era frenético. Todos se buscaban. Las tribus se buscaban. Las madres preguntaban a sus hijos, a sus hermanos, a sus maridos, a sus tios, y los hombres indagaban por sus mujeres, sus hermanos, sus hijos. La barahunda no terminaba. Mucha gente gritaba llorando.
De pronto vieron que de lo hondo de las piedras y las rocas salía una sombra de catorce metros de alto y dos de ancho, con forma humana. Era increíble verla traspasar las piedras y las paredes. Al comienzo se movió vacilante pero despues se transformó en un cuerpo consistente. Se le formaron los brazos, las piernas, la cabeza con sus ojos pequeñísimos como ojos de buho, naríz larga semejante al moco de un elefante , pelo negro y largo hasta el suelo y la boca igual a la de un elefante. Tenía la piel gruesa, resistente exacta a la de los paquidermos, además una cola parecida a la de un caballo pero mas larga y brillante y que se le confundía con el pelo grasiento de hebras gruesas.
El silencio era absoluto porque el monstruo caminó entre la gente asustada que se empujaba para darle paso. Movía los brazos agachándose como si quisiera agarrar alguno de los hombres a sus pies. Muchos fueron los que palidecieron desmayándose, viéndose tan pequeños frente a aquella criatura de la que no habían oido hablar.
en el momento en que el gigante andaba entre la muchedumbre, un griterío de elefantes, se levantó en ecos. Con movimiento rápido el monstruo se había agachado y cogido a un indio montado en un caballo de cola y crines de plumas de colores. Agarró al caballo en una mano y al indio en la otra y levantándose los puso cerca de su cara mirándolos concentrado. Le llamaba la atención tanto color en las ropas y en la corona del hombre, como también la cola y las crines del equino. Era el caballo Cuminao del cacique Ibagué que se retorcía en la otra mano del gigante gritando: "Suélteme, suelteme que yo no soy un muñeco. Bájeme al suelo ya", pero el monstruo lo apretaba mas.
El gigante le dijo con voz de trueno: "No se preocupe Ibagué que no le va a pasar nada", pero él forcejeaba mordiéndolo en las falanges y luchando. Así el gigante aflojó mientras el caballo relinchaba y se estremecía de tal forma que miles de mulas echadas entre las piedras, empezaron a relinchar al ver a su jefe en las manos de la criatura. Era asombroso verlas levantando la cabeza y relinchando para que el gigante soltara a Cuminao, que pateaba el aire y resoplaba con los ojos enloquecidos y los huecos y los huecos de sus narices muy abiertos, queriendo ser dueño de todo el aire. De sus ojos salieron lluvias de chispas azules, cayendo en el pecho, en los brazos y en las piernas del gigante que gritó adolorido. Las quemaduras se le ulceraron y enegrecieron. No le quedó sino bajar al caballo y al hombre entre la multitud que ahora se reía al ver al gigante haciendo gestos. "Que es lo que tiene éste caballo, ooooooohhhhh, ooooooooohhhhhhh, porqué es tan venenoso?, No le corre sangre sino candela por las venas y por los ojos. Pero yo tengo el poder para curarme, soy el señor del poder y de la fuerza". Agachó la cabeza, cerró los ojos poniendo las manos encima de las quemaduras hablando cosas secretas y curándose al instante, como si nada le hubiera pasado.

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