miércoles, 14 de abril de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 8 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Los panches quedearon en silencio mientras las turbas se acercaban al galope en caballos, en mulas, en yeguas, en llamas y también a pie.
Alistaron los arcos, las flechas, las lanzas, los escudos por si había necesidad de defenderse, y esperaron entre los animales y entre mesetas de hielo. La diosa Tulima esperaba tranquila la llegada de las multitudes que estaban a seicientos metros.
Entre un silencio inesperado escucharon una voz: "Cacique Ibagué, cacique Ibagué, espérenos, somos sus amigos. Queremos conocer a la diosa Tulima y no desaprovecharemos este momento para verla y hablarle. Por favor espérenos". Los Panches se miraron desconfiados alzando las lanzas, hasta que uno de esos nativos llegó altivo en su caballo marrón, inquieto y acezante con espuma en la boca, sudor en las costillas y un patear rompiendo el hielo.
Era el cacique Calarcá en su caballo. Guiaba a la gente pijao hasta la diosa, de la que habían oído hablar desde hacía años. Con Calarcá venía mucha gente que se había puesto de acuerdo con señales de humo y sonidos de tambores. Lo habían hecho en las montañas para venir al monte helado a disfrutar del encuentro esperado por siglos.
Calarcá poderoso y feróz, de fuerte musculatura, pelo largo y negro recogido con una balaca de oro con tres diamantes, mirada intensa semejante a la mirada de las águilas, labios gruesos, cara rayada con líneas rojas y zapotes, mas intensas que los otros indios, guayuco hecho con piel de culebras cazadas por el mismo en los pantanos o en las cuevas y que le llegaba a las rodillas, y una ruana gruesa hecha con plumas de sinsontes, de colibríes y de golondrinas, ademas de unas alpargatas de fibras de maguey.
Saltó ágil de su caballo al hielo, acercándose al cacique Ibagué que también se bajó de su caballo. Lo abrazó con fuerza mientras Ibagué se ponía contento al encontrarse con su antiguo amigo al que también abrazó. "Tanto tiempo sin verlo, gran amigo", dijo Calarcá. "Es una verdadera sorpresa y un honor tenerlo aquí, gran jefe guerrero", respondió Ibagué abrazándolo otra vez.
A Yexalen que estaba cerca de ellos, la saludó especialmente "Veo que Ibagué está mas joven y mas fuerte desde que ustéd lo acompaña", le dijo y ella se puso roja. Luego se enderezó mirando a lo alto de la montaña señalando a la multitud venida en medio de un vocerío impresionante. Parecía que la turba estuviera poseída por fuerzas poderosas. "Todas las tribus Pijao han venido a conocer a la diosa y a entregarle regalos", le dijo Calarcá a Ibagué entre el memorable ruido.

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