lunes, 11 de octubre de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 102 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Rayos poderosos desvirgaban el espacio cayendo alrededor de los ladrones confundiéndolos. Se apoderó de ellos un pánico sagrado nunca sentido. El atronador sonido del cielo los espantó poniéndolos a gritar "El cielo se ha enfurecido contra nosotros. Nos quiere matar". "Es que no quiere que nos llevemos estas cosas". Un rayo cayó mas cerca de los asaltantes entre truenos sobrecogedores. Espantados corrieron dejando tirados en el pasto los objetos, las ruanas, el vestido, el guayuco y todo lo que se habían robado. En ese momento el cóndor se fue detrás de ellos levantando a cuatro en sus garras, llevándoselos muy alto, aprisionándolos y estrujándolos. Los indios que iban ahí, gritaban enloquecidos viéndose tan altos. Estaban aterrados porque de pronto el ave los soltaba y caerían haciéndose papilla. El ave los mecía iracundo enterrándoles las puntas de las garras "Ayayaiiiii, ayayaiiiii, ayayaiiiiii" gritaban retorciéndose en las zarpas. Finalmente cóndor bajó trayéndolos desmayados, pálidos, dejándolos tendidos al lado de Millaray y Cajamarca que ya había recogido todo. Se habían vestido también. "Perdónenos, perdónenos, no nos vayan a hacer nada. Nos hemos dado cuenta que los dioses los protegen". "Ustedes deben ser hijos de los dioses" decía un hombre agachado, con la cabeza en tierra pidiendo clemencia. Los otros también se habían devuelto esperando a ver que les pasaba a sus compañeros. Uno de ellos vino trayendo un pequeño cofre de barro que ofreció desde lejos a Millaray "Esto es para usted hija del cielo. Para que use los anillos que guardamos ahí y para que sea la dueña de la esmeralda mas grande y bella que tiene el pueblo Sutagao. Ahora queremos ser sus amigos". "Díganos que debemos hacer y lo haremos al instante". Entonces Millaray les preguntó "Por qué querían robarnos?" "Es que los dioses de la tribu nos dicen que les llevemos muchas cosas para convertirnos en hijos de ellos. Así nos protegen y nos cuidan" decía uno con la cabeza inclinada sin atreverse a mirar. El cielo otra vez estaba claro y el sol mandaba rayos muy calientes. "Pero ustedes son mas poderosos. El universo los cuida" dijo otro poniéndose de rodillas. "los invitamos a nuestro pueblo. Queremos ser sus amigos" dijo un indio queriendo sonreir. "Si, caminen. Serán recibidos como hijos del cielo".
Era tanto el acose y las ganas que tenían de que fueran con ellos, que Millaray y Cajamarca se levantaron caminando en silencio. Les abrían paso haciéndoles una calle de honor inclinándose, venerándolos entre gritos y miradas asombradas.
El pájaro de mil colores venía en el hombro de Millaray cantando, mientras el cóndor se adelantaba encima de ellos, volviendo en un vuelo vigilante y sereno que los indios respetaron.

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