lunes, 1 de noviembre de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 110 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Bendito eres magnífico pájaro. Dinos a que has venido. cual es el mensaje que nos traes?" gritaba el brujo Pantágora elevando los brazos y bailando mientras la tribu corría debajo de el tocándole las patas y las plumas. El cóndor estaba quieto porque había comprendido que aquella gente lo quería, por eso dijo con enorme voz "Tribu Pantágora, yo soy su amigo lo mismo que mi princesa Millaray y mi amigo Cajamarca. Estamos buscando a la niña Luz de sol, hija de la diosa Inhimpitu. Si la han visto díganoslo por favor, porque su madre la espera y está triste por su ausencia. Ayúdenos". La tribu escuchando que el cóndor le hablaba, hizo silencio. Quedaron atemorizados por ese portento de animal que cada vez los asombraba mas. "La niña Luz de sol? la que viaja montada en un pavo real?" gritó el brujo. "Si, ella es" respondió el buitre. "Estuvo aquí hace algún tiempo. Nos enseñó a meternos en la candela y a aguantar las llamas sin quemarnos. Por eso estamos felices, porque podemos dominar el fuego. Fue el arte que esa niña nos dejó".
La tribu estaba muda. Lo único que se escuchó fue el llanto de un niño que su madre calmó dándole de comer. "Vamos a demostrarle enseguida, gran buitre, el poder que nos dejó la niña Luz de Sol" y comprendiendo lo que debían hacer, corrieron los hombres a los alrededores trayendo palos secos, ramas, hojas haciendo un enorme montón de la altura de una choza. En un momento le metieron candela con antorchas que trajeron prendidas. A los pocos minutos la candela crecía y crecía hasta que finalmente sus llamas se elevaron desafiantes al cielo. Los indios saltaban con saltos largos y contorsiones alrededor de ese fuego. Gritaban imitando a los lobos en un aullido extraño pero sin duda prodigioso. Las llamas crepitaban en los palos lanzando chispas de colores al espacio que se iba poniendo gris porque se acercaba la noche, de modo que la ceremonia se hacía así mas interesante. El cóndor se retiró un poco de la enorme fogata porque el calor era mucho y no quería que sus plumas se chamuscaran. Debajo de el se habían quedado Millaray y Cajamarca contemplando el rito.
cuando las llamas alcanzaron gran altura, varios indios en estado de transportación y olvido se metieron entre la candela que bufó con grave sonido. Se quedaron allá adentro bailando y gritando hasta que a los seis minutos salieron sudando sin haber sufrido daño alguno. Ni siquiera el pelo se les había quemado, por lo que las expresiones de Millaray y Cajamarca eran de asombro "Como lo hacen. Por los dioses, como lo hacen?" gritaba la joven acercándose a la fogata para mirar y tocar a los indígenas que sonreían tranquilamente al verla tan afanada y tan maravillada.

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