viernes, 26 de noviembre de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 123 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Mire Calarcá, allá vienen todos los amigos. Vamos a decirles que vayan con nosotros". "Claro, el viaje no es largo y hasta Millaray y Yexalen podrían venir" dijo Calarcá poniendo un lazo de fibras de maguey en el suelo y parándose de la piedra listo a saludar a sus amigos "Hola joven Cajamarca, hola Millaray. Buenos dias Yexalen y taita amuillan, como amanecieron?". "Bien, estamos algo surumbáticos pero bien" dijo Cajamarca dándole paso a las mujeres que saludaron al guerrero poniéndose la mano en la frente y en el corazón. "Veo que ya están bien. El sueño los ha repuesto" comentó Calarcá sujetándose el guayuco y la diadema de plumas de guacamaya que un Quimbaya le había regalado. "No crea, todavía no" contestó Yexalen apretándose las sienes y cobijándose bien la ruana. "Yo quiero ir con mi amigo Calarcá a sus nuevas propiedades. Por eso los invito a que vayan con nosotros" dijo Ibagué mirando al grupo. "Pues yo también tengo ganas de ir" contestó Cajamarca sonriendo y mirando a Millaray y a Yexalen "Que me estás diciendo con esa mirada?" le preguntó la princesa acercándose y abrazándolo. "Que vayas con nosotros". "Claro que iré. Pero esta vez me llevaré a Yexalen para que me acompañe y me cuente como ha sido su reinado en este pueblo" dijo cogiendo de las manos a su amiga que sonreia admirada. "Quiere decir, taita Amuillan que usted quedará encargado del pueblo como siempre" le dijo el cacique Ibagué acercándosele y golpeando el suelo con la punta de su lanza. "Si gran cacique, pueden irse tranquilos. Ustedes saben que el pueblo Panche y los Putimaes me respetan y obedecen, de modo que no hay problema". "Gracias Amuillan" contestó Ibagué. "No es nada cacique".
Entonces se alejaron cada uno por su lado, hablando y señalando al sol y a las montañas. Fueron a la maloca y a las chozas. Echaron un vistazo al rio sentándose en las piedras y en los troncos. La noche llegó y los indios encendieron las antorchas iluminando las chozas y las callecitas embarradas. Muchos niños lloraban de frio entre los gritos de las mujeres y algunos berridos de los hombres. En el bosque se oia el ruido de las aves, de los sapos y las chicharras. La luna no tuvo fuerzas de alumbrar entre las nubes tan espesas y tan negras, menos las estrellas que eran mas débiles.
Los Quimbayas habían aprovechado esa tarde para terminar de empacar los bultos y los corotos que llevarían. Dejarían muchas ollas y tejidos, dejarían flautas de oro y finas esculturas para que los Panches y los Putimaes los recordaran.
Así entre una muda nostalgia y una alegría presentida, todo el mundo se acostó arrunchándose debajo de las cobijas esperando el calor hasta quedarse dormidos debajo de la neblina que no quería abandonarlos.
La noche pasó entre ventarrones miedosos y aguaceros. Los rayos partieron el espacio que gritaba adolorido con sus truenos.
al otro dia la gente se levantó temprano. Todavía estaba oscuro pero muchos gallos cantaban ya. Las mulas fueron cargadas rápidamente entre un agite humano colaborador.

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