miércoles, 8 de diciembre de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 128 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)



"Que será lo que pasa?" le preguntó Yexalen a Ibagué, caminando de vuelta porque habían estado en un rio bañándose y calentándose, aprovechando que el sol había salido un rato. "No sé. Tenemos que preguntarle a Calarcá a ver si sabe". "Entonces vamos".
Aceleraron el paso llegando en quince minutos. Muchos Quimbayas alistaban postes, guaduas, hojas de palma y arcilla para construir mas chozas pero un grito formidable los sacó de su trabajo "Ha muerto el cacique Pucharma, ha muerto Pucharma" gritaba Calarcá caminando de un lado a otro avisándole a su gente que se alistara para asistir a los funerales que se harían en Salento donde estaba el cacicazgo del jefe indígena muerto.
La noticia se regó en un instante, llegando la tribu entera al caserío donde rodearon a Calarcá, a Ibagué, a Millaray y a Yexalen para conocer mejor la información "Alístense los que quieran porque nos vamos a Salento. El cacique Pucharma ha muerto y tenemos que acompañarlo en su viaje al otro mundo" decía Calarcá gritando. Estaba acompañado por un Quimbaya asfixiado y sediento que había venido corriendo por las montañas trayendo la noticia "Nos vamos, nos vamos entonces" gritaron muchos corriendo a las chozas sacando las flechas, las joyas y las ruanas para empezar a caminar.
Calarcá fue a su vivienda echando en un costal figuras de oro, joyas, esmeraldas, diamantes, alimentos que llevaría como ofrenda al cacique muerto. "Esto será para Pucharma en su largo viaje hasta los dioses" y en menos de lo que pensaron cogieron camino entre una algarabía pocas veces escuchada. Ahí iba Ibagué y también Cajamarca y Yexalen y Millaray formando la gran comitiva. No podían faltar porque su ausencia causaría enemistad entre esos dos cacicazgos.
El recorrido les gustó porque de una vez aprovecharían para conocer sus nuevas propiedades. No fue larga la travesía, Salento estaba cerca. Por el camino se encontraron con otros indios que también iban a los funerales de Pucharma, uno de los cinco caciques con mas autoridad entre los Quimbayas que eran mas de cien mil.
Pronto llegaron al poblado, no muy grande. Como los otros cacicazgos, estaba compuesto por familias que se colaboraban en todo sin dejar de tener buenas relaciones con los vecinos, que eran de la misma sangre. Muchas mujeres lloraban y chillaban a todo grito, corriendo de un sitio a otro lamentando la pérdida. Los niños asustados, también gritaban creando un alboroto inigualable. Su dolor contagiaba a todo el mundo llenando el ambiente de agobio, de tristeza. Los hombres estaban cabizbajos, lacrimosos y la mayoría tomaba chicha calmando el padecimiento. Lentamente llegaban mas y mas caravanas cargadas de ofrendas que los brujos y sacerdotes les recibían depositándolas en una choza preparada para eso.

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