domingo, 12 de diciembre de 2010

EL PAIS DE LA NIEVE 130 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


De modo que las ofrendas fueron inmensas, casi inimaginables porque llenaban un espacio amplio del tamaño de una choza.
Habiendo salido del caserío entre los gritos ensordecedores de las mujeres y los niños, y en medio de los berridos de los hombres, subieron despacio al cerro por un camino angosto que iba en espiral. Se turnaban cargando al cacique hasta llegar arriba donde habían miles de flores del bosque dispuestas alrededor de la tumba y también entre ella. Habían sido conseguidas por las niñas de la tribu, quedándose la multitud en la falda del cerro como un panal gigante. Una colmena dormida.
Siete esclavos jóvenes y fuertes cubiertos de oro en polvo y con aretes, collares y pulseras de oro y esmeraldas, que además llevaban lanzas y flechas de oro y las mejores flautas y tamboras, habían sido preparados y adornados con ajuares, con pieles de pumas y pieles de leones para el largo viaje. Serían los acompañantes del difunto en la travesía de la muerte, sirviéndole al cacique en lo que necesitara. Por eso iban vien vivos y bien alimentados. Así resistirían hasta encontrarse con los dioses.
De igual manera cinco esposas, las jóvenes mas bellas y tiernas de la tribu, serían sus fieles amantes en el paso al otro mundo. Estaban perfumadas y nerviosas mirando a todas partes despidiéndose de sus familiares y amigos. Habían sido pintadas y vestidas por los mejores artistas del pueblo que se preocuparon por dejarlas hermosas y sensuales.
Pusieron una larga escalera de guadua en el hoyo y por ahí fueron bajando los esclavos al ritmo de la música mortuoria junto con las jóvenes esposas de Pucharma. Ya abajo ellos mismos se amarraron con lazos a las raices profundas de un árbol que salían como largos y gruesos tallos en el hueco. Se sentaron entre las joyas, las piedras preciosas y los ajuares, recostándose en las paredes de tierra con la cabeza agachada esperando que el cuerpo del cacique fuera descendido para quedar enterrados con el.
con lazos de fique amarraron los extremos de la camilla y poniéndolo sobre el hueco lo fueron dejando caer hasta llegar al fondo donde lo acomodaron entre las riquezas, sus esclavos y amantes. Estando todo listo para empezar el viaje, la tribu, junto con los sacerdotes y los brujos, lanzaron tierra como diluvio con palas de piedra, con los pies, con las manos, con palos tapando al cacique, sus riquezas, a las mujeres y a los esclavos que lanzaban dolorosos gritos de muerte y ahogos entre horribles convulsiones hasta que finalmente todo quedó quieto. La muchedumbre comprendió que el funeral había terminado y poniendo piedras y flores encima de la tierra blanda, bajaron en silencio de la colina. Ya en el caserío, recogieron las cosas devolviéndose rápidamente a sus poblados que habían quedado solos.

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