martes, 11 de enero de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 141 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


Y murmuraban entre ellos "Que ave tan magnífica. He oido decir que es el rey de los Andes y de todas las montañas". "El rey? Entonces hay que venerarlo" respondió otro. "Si". "La visita del cóndor nos volverá famosos. Todos vendrán a preguntarnos a que vino". "Me gustaría viajar en su espinazo" le gritó otro indio sosteniendo una totumada de chicha que se le balanceaba regando el líquido. El buitre lo miró diciéndole "Si se arriesga, suba. Lo llevo hasta la montaña del frente y lo vuelvo a traer. Venga, cójase del ala y lo encaramo en mis costillas". "Bueno buitre". Entonces el indígena corrió agarrándose del ala, esperando ser alzado, y cuando el cóndor quiso subirlo, otros nueve indios se agarraron también, con la esperanza de llegar a las espaldas. Cóndor no dijo nada. Los subió, y al sentir que se habían sentado asegurándose entre las plumas, corrió en largos saltos elevándose por encima del caserío mientras el griterio de la tribu entre las chozas y los gritos de los que viajaban, se hacía ensordecedor. Parecía el fin del mundo entre raros gestos, señales incontrolas, asfixias y carreras. Otros reían saltando ansiosos señalando al ave que se fue hasta la montaña cercana, bajando y elevándose en un vuelo suave, hasta devolverse al caserío donde bajó lento para no asustar a los pasajeros. Los viajantes venían pálidos y sudorosos. Temblaban de pánico porque al verse tan altos habían pensado que se caerían.
Cuando se descolgaron por el ala casi tirándose desde arriba, suspiraron aliviados sin decir ni una palabra . La tribu los rodeó preguntándoles "Como les fue?". "Que tal es volar así?" y los seguían como si hubieran visitado a los dioses de las nubes "Yo nunca haría eso". "Yo si quiero ir . . ." Entonces el cóndor para librarse de semejante barahunda, dió saltos metiéndose al bosque donde buscaría un conejo, un venado, un ternero, frutas . . .algo de comer.
El joven Cajamarca y Millaray quisieron salirse de entre la muchedumbre porque se asustaban con las deformes cabezas de la gente de aquel pueblo. Muchas eran planas con ojos pequeños y desfigurados. Otras cabezas eran triangulares, la cara ancha y el occipital puntudo. Otras rectangulares de bocas contrahechas. Muchas no tenían orejas, y de casi todas las narices colgaban fibras vegetales con pepas de colores. Sus cuerpos estaban muy pintados, llevando plumas de colores en la cabeza y en el cuello. Casi todos iban desnudos a excepción de algunos que querían mostrar sus guayucos de pieles, u otros, tejidos con fibras del bosque o con algodón. Cerca al cóndor gritaban excitados, como poseídos por fuerzas extrañas. Iban a las chozas corriendo, para luego devolverse cerca al buitre al que miraban hechizados.

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