lunes, 7 de febrero de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 151 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"Bueno, también iremos con ustéd. Con la experiencia que tiene en mirar las figuras del humo, podrá decirnos lo que debemos hacer".
Ya habían terminado de comer. Se tomaron la chicha acelerados, levantándose e invitando al cacique y al brujo a que los acompañaran a donde estaba el cóndor. El pueblo los seguía, cuchicheando muy bajo "Tibaima y el brujo se van con los hijos de los dioses?". "Si volverán?". "Será cierto que buscan a la Llorona, o se irán para la luna o para las estrellas?". "Tenemos que hacer un rito invocando a los dioses para que no les pase nada". "Ojalá el cóndor no les haga nada malo".
Ya se habían encaramado en el buitre, que saltó a un espacio libre de árboles, donde agitó las alas elevándose encima de la muchedumbre que ahora saltaba y gritaba desconcertada.
Los viajeros se fueron prontamente en dirección al rio Saldaña donde posiblemente encontrarían a la Llorona, segun lo dicho por el cacique. Atrás quedaron los gritos y la algarabía de un pueblo que no podía explicar lo que pasaba.
La luna alumbraba bien, con sus rayos blancos y amarillos.
Se dirigieron al sitio donde los pescadores habían dicho que escuchaban el llanto y los lamentos de la Llorona. Llegaron a la orilla del rio que reflejaba en ondas y agites, la luz de la luna. "Cóndor, baje bien para escuchar los ruidos y para mirar de cerca" le gritó Millaray a su amigo, que descendió suave, planeando sobre el agua y las piedras, semejantes a fantasmas mudos. "Es por aquí. Por éstos sitios es que la han oido llorar. Demos vueltas otra vez a ver si la escuchamos" decía Tibaima alargando el pescuezo tratando de mirar con detalle, y de oir el llanto de la mujer entre el ruido del agua. "Esperen yo prendo un tabaco. El humo nos dirá donde está y rápidamente la encontraremos" dijo el brujo acomodándose, soplando la punta del tabaco, que se encendía pronta y mágicamente con el fuego de su respiración.
Cóndor subía y bajaba por las orillas, sobre el agua y por encima de los árboles que de vez en cuando movían las ramas, impulsadas por el viento de la noche todavía caliente. Algunos indios, en la penumbra fantástica, iban deslizándose en canoas con su carga de pescado conseguida en el día y con la que alimentaban a la tribu. Parecían figuras ficticias flotando en el cristal movedizo. Se resbalaban suaves y raudos, desapareciendo en las curvas y en los vericuetos, llevados por la fuerza líquida.
"Estamos equivocados. La Llorona se ha ido al rio Magdalena aprovechando la última noche de luna de éste mes" dijo el brujo mirando el humo que el viento no lograba llevarse. "La fumada está mostrando el sitio donde se encuentra, y no estamos lejos. Con la velocidad del cóndor llegaremos rápido. Yo los guiaré hijos de los dioses. No tengan duda". Entonces Millaray, con las indicaciones del brujo, le ordenó al cóndor por donde debía volar.


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