domingo, 20 de febrero de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 156 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)



Las jovencitas, en estado de olvido y alegría, habían prendido nueve fogatas inmensas entre las piedras, encima de la arena, danzando alrededor de ellas y cantando también, levantando las antorchas acompañadas por el resto de la tribu que daba vueltas alrededor de las sacerdotisas, cogidos de las manos.
Esa iniciación duró veinte minutos hasta que siete niñas corrieron de pronto entre la gente, entrando al templo, de donde sacaron una olla de barro llena de oro con tres diamantes y cinco esmeraldas encima del polvo amarillo y brillante. La sujetaban caminando dificilmente entre las piedras hasta llegar a la orilla del rio donde en una balsa grande las esperaba el cacique Guacana, jefe de la tribu. Estaba engalanado con una corona de oro, un pectoral brillante frente a la luz de las antorchas, pulseras, aretes, tobilleras y un guayuco de piel de puma que lo hacía ver imponente, majestuoso. Tenía en la mano el cetro del poder también de oro, y con el señalaba a las niñas donde debían dejar la olla. A ese sitio subieron las adolescentes esforzándose en no dejarla caer, porque de vez en cuando se les volteaba con peligro de irse al fondo del agua.
Las siete sacerdotisas se inclinaron frente al cacique, que recibió la olla poniéndola en los troncos de la balsa, entre dos serpientes disecadas que estaban enrolladas en dos palos verticales asegurados en las grietas que dejaban los troncos.
Esas jovencitas empezaron entonces una danza en la primitiva barcaza, dando vueltas alrededor de Guacana que también bailaba, alargando los brazos a donde estaban las serpientes, a manera de imploración. Eran acompañados por el sonido de tambores, flautas, charrascas, maracas y cuernos, de músicos que tocaban a la orilla del rio con furor alucinado.
"Oh, divina diosa de la luna. Gracias por habernos enviado al pájaro de las estrellas y a los hijos de los dioses que en éste momento están al lado del bosque. Respetamos su silencio y su quietud mientras nos miran.. Gracias por darnos vuestra bendición, sagradas estrellas. Esta noche la guardaremos en la memoria. No olvidaremos al pájaro gigante ni a los hijos de los dioses, que siempre han de estar con nosotros". Y una sacerdotisa contorsionándose alrededor de las serpientes, cantaba "Serpientes del poder, gracias por traer a los visitantes de las estrellas. No somos dignos de mirarlos, pero nos contentamos con su visita. Gracias selva por haberlos recibido. Gracias rio por dejarnos celebrar éste encuentro" y las niñas danzaban ahora con furia mientras Guacana gritaba "Vamos a darte las riquezas de la tierra, gran rio Magdalena, para que las tengas en tu seno como señal de alianza con los dioses. Venid, venid nadadores".

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