domingo, 6 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 160 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


No entendían lo que pasaba, pero de alguna manera defendían el lugar donde vivían.
De repente un hombre alto, negro, de mirada incandescente y risa infernal, vestido de negro, llegaba, llevando un látigo que hacía restallar en el aire con maestría insuperable. Tenía un enorme sombrero que lo tapaba como un paraguas. Venía montado en un caballo musculoso, acezante, que echaba espuma por la boca, mientras con la cola creaba iris de fuego en el movimiento. Era también de color negro y parecía volar porque saltaba fácilmente, elevándose, evitando cualquier obstáculo que tuviera al frente "Fuera de aquí, malditos. Aquí no se acerca nadie sin mi permiso. Que han venido a hacer a mis propiedades?" rugió el hombre con voz de trueno, imponiéndose al griterío y a la algarabía a la vez que estallaba el látigo.
El cóndor se había enfurecido realmente, graznando airado "Gggggrrrr, gggggrrrr" tumbando a decenas de mujeres con sus alas, mientras muchas huían escondiéndose detrás de las piedras, de las rocas, de los tallos y de los troncos, mirando la escena que nunca olvidarían.
El buitre había logrado agarrar a un perro con las zarpas, y volando bajo, y acercándose a las rocas lo golpeaba contra ellas haciéndole crujir los huesos que se le partían saliéndosele de la piel, pero la bestia se ensoberbecía mas y mas, mostrando sus dientes sangrantes con la espuma que le salía de la barriga y del corazón, y arrojándole candela al buitre que sentía como se le quemaban muchas plumas y se le inflamaba la piel. El perro, que finalmente había quedado en el suelo, saltaba aullando agonizante, queriendo destrozar las patas del ave, que para el eran el mayor peligro en esa batalla.
Millaray, Cajamarca, el cacique Tibaima y el brujo, tenían dificultad para sostenerse en las espaldas del buitre, pero se agarraron fuerte de las grandes plumas, evitando caer. Sostenían tambien al Tunjo que ahora disfrutaba de la batalla. Para el era una fiesta. Y reía imparable moviendo sus cortos brazos, levantándolos gozoso.
Entonces el pájaro de mil colores, que observaba las cosas con calma volando en círculos, pensó "Voy a liberar a éstas mujeres del Sombrerón. Haré que regresen a sus tribus. Dejaré a ese amigo del demonio y a los perros, convertidos en estatuas de piedra por siempre jamás"

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