lunes, 14 de marzo de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 163 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)



El pájaro estaba quieto dejándose tocar por centenares de manos que iban de un sitio a otro palpándolo y levantándole las plumas para mirarle las quemaduras.
Al poco rato llegó el curandero con un tarro de guadua lleno de pomada de hierbas, y una vasija de barro con un líquido verde, zumo de otras hierbas.
Puso todo en el suelo buscando las quemaduras, ayudado por muchos. Le aplicaron en la piel el zumo que dejaban secar, para luego aplicarle la pomada. El cóndor se dejaba porque comprendía el afán de la tribu, y porque debía ponerse bien para seguir viajando.
El Tunjo había comido mucho mientras todos estiraban las manos a la bandeja. Cuando estuvo lleno, volvió a meterse entre la ruana, diciendo "Descansemos un rato porque tenemos que ir a las propiedades de nuestro amigo Cajamarca. Va a pasar algo importante con los Panches, y el cacique Ibagué nos está esperando". "Como?" preguntó Millaray adormilada. "Durmamos un rato porque tenemos que ir a Cajamarca" repitió el Tunjo. "Como ordene, bebé" respondió el muchacho buscando una hamaca en la que se acostó rápidamente cerrando los ojos, dispuesto a descansar. Millaray hizo lo mismo. El cacique Tibaima y el brujo buscaron sus hamacas tendiéndose a dormir también, mientras la tribu hacía silencio para no interrumpirles su tranquilidad. La mayoría de hombres se fueron a trabajar, a pescar, a tejer, a esculpir la piedra, a sacar oro y piedras preciosas de las minas y del rio, o a fabricar instrumentos musicales mientras las mujeres también tejían y hacían de comer en los amplios fogones de sus cocinas, y los niños corrían jugando entre ellos con piedritas, hojas, cortezas, y también con los perros o las ovejas y los cerdos que andaban por las cocinas y las chozas.
Seguramente los viajeros estaban muy cansados porque se despertaron tarde, como a las dos, cuando el sol alumbraba con toda su potencia. "Tenemos que irnos. Tenemos que irnos ya" gritó el Tunjo sacando la cabeza de la ruana. Y entonces se despertaron, bajándose de las hamacas, diciendo "Muchas gracias cacique Tibaima y muchas gracias gran brujo por lo que han hecho por nosotros. El Tunjo, que todo lo sabe, dice que debemos irnos a Cajamarca y tenemos que obedecerle" explicó el joven cogiendo una mano del bebé que lo miraba con ojos afanados. "Si es así, respetamos su decisión, hijos de los dioses. El pájaro de las estrellas se curará pronto con los remedios que se le han hecho, y el vuelo le ayudará a sanarse".
Entonces salieron de la maloca, caminando hasta donde estaba el cóndor, que al verlos se puso de pie estrujando las alas. Se veía que los remedios del curandero le habían servido.
"Nos vamos cóndor. Volveremos a Cajamarca porque el Tunjo dice que habrá algo importante allá" le explicó la princesa tocándole las plumas. "Si es así, ya estoy listo. Me siento bien. De modo que súbanse y nos vamos".









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