miércoles, 6 de abril de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE 173 (La desconocida y fantástica historia del pueblo Pijao)


"No hay problema. Esa invitación la cumpliremos porque fácilmente nos iremos en el cóndor. Ya el eclipse se acerca, de modo que viajaremos despues de que hayamos arreglado las cosas de la tribu para que siga marchando bien" dijo el joven cacique mirando las chozas agrietadas y algo húmedas, y la gente que había ido hasta algún punto del camino acompañando a los Panches en la travesía y que hacía poco habían regresado.

Huenuman miraba la gran fogata chirriante que había mandado hacer a algunas mujeres de la tribu y que necesitaba urgente para continuar su viaje a otras regiones. Sus llamas se estiraban altas y voraces como lenguas amarillas, rojizas y azules al cielo, mientras las chispas se elevaban semejantes a microscópicas estrellas perdiéndose inexplicablemente en el espacio penumbroso. De pronto dijo "Adios" a todos, mirándolos uno a uno con los ojos muy brillantes y la expresión de su frente en calma. Caminó despacio hasta la fogata que ahora estaba rodeada por la tribu aglomerada porque una noticia extraordinaria se había regado en un instante y la iban a confirmar.

Huenuman caminó entre la gente que se apretujaba para verlo de cerca. Se arrimó a la enorme fogata y con mucha calma se metió entre la candela como si entrara a un charco a bañarse, o como si se metiera desprevenidamente en una choza. Ahí se estuvo alrededor de dos minutos con los ojos cerrados, dejando que la candela lo cubriera completamente, lamiéndolo mansa y noble, mientras la tribu se empujaba saltando en silencio, parándose en los troncos, en piedras, o en las puntas de los pies para ver el prodigio del mago que finalmente levantó los brazos despidiéndose del pueblo "Hasta luego Putimaes. Ustedes han sido la gente mas buena que he conocido en mucho tiempo. Los dioses los protejan" dijo agachándo la cabeza mientras las llamas le envolvían las piernas, el pecho, el cuello y la cabeza, desapareciendo finalmente a la vista de todos, que quedaron boquiabiertos incapaces de decir palabra y retirándose despaciosos a sus chozas donde se quedaron largamente pensativos, hasta que Mohán y Madremonte dijeron en voz alta "Adios tribu Putimae. Gracias por sus atenciones. Tenemos que irnos nosotros también, pero otro dia volveremos". La tribu, que volvió a reponerse de la impresión dejada por el mago Huenuman, dijo en repetidos gritos, saliendo de donde estaban "Adios Madremonte, adiós Mohán. No dejen de visitarnos y de ayudarnos, no se olviden de nosotros". Entonces sacerdote y hada se despidieron de millaray y de Cajamarca diciendo "Los esperamos en la reunión del Líbano. No falten" y caminaron hasta la mitad de una callecita entre las chozas cogiéndose de las manos. Mohán y Madremonte inclinaron sus cabezas pronunciando plegarias desconocidas, desapareciendo repentinamente en el aire, en medio del pueblo asombrado que quedó perplejo por las cosas tan increíbles que estaban sucediendo ese día.

Esa noche se acostaron muy temprano y en silencio, echándose las cobijas desde la cabeza hasta los pies.

La noche llegó sin estrellas y sin luna, pero con muchas nubes negras y un frio penetrante.

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