viernes, 30 de septiembre de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 37



A Millaray le parecía imposible estar asistiendo a la creación de la humanidad Muzo. Por eso sentada en el pasto, muy quieta, le dijo al oido a Cajamarca "No hagamos bulla y sigamos mirando a ver que mas pasa".

"Nadie podrá imponerles ninguna autoridad y todos sus descendientes los adorarán únicamente a ustedes, como sus primeros padres. Ahora ya es tiempo de que me vaya, pero no se les olvide, tendrán que recordarme siempre. Me iré al sol porque allá es donde vivo, y cada vez que tengan dificultades llámenme que yo vendré de inmediato a ayudarles".

Entonces Are desapareció inexplicablemente de la vista de todos, quedando solamente Fura, la hermosa muchacha, y Tena, el poderoso Hombre, encima de la hierba, siendo acompañados por Millaray y Cajamarca con los que en ese momento no podían comunicarse. Solo se miraban sin comprender porqué estaban allí los unos y los otros.

El tiempo empezó a pasar.

corrieron los años, y la población de los Muzos crecía como la espuma, hasta que un día apareció entre aquella gente un joven alto, blanco, de ojos azules, largo cabello y larga barba rubia. Venía buscando la flor prodigiosa que le daría la inmortalidad.

Al acercarse al pueblo todos lo rodearon preguntándole "Quien es ustéd?. Que busca por aquí?. De donde viene?". "Vengo buscando la flor prodigiosa que me quitará las enfermedades para siempre, no me dejará envejecer y finalmente me dará la inmortalidad" respondió el joven que ya iba caminando al pueblo, cogido de los brazos por los indígenas porque querían mostrárselo a los jefes, querían saber quien era y de donde venía.

Lo llevaron al frente de Fura y de Tena que al verlo le preguntaron "Ustéd quien es y que hace por aquí?". El respondió algo aturdido "Vengo de una nación lejana y voy a buscar en las montañas de aquí la flor prodigiosa que me volverá inmortal. Me dijeron que posiblemente aquí la encontraría porque ésta es una región maravillosa donde todo es y donde todo se consigue" terminó de decir el joven Zarva, pidiendo permiso con la mirada. "Yo creo que no hay problema de que camine por éstas tierras" le dijo Tena mirando la blancura de su piel, su cabello amarillo y sus ojos azules, pero Fura mantenía en silencio.

La gente entonces lo dejó tranquilo y le daban de comer en las chozas.

De modo que al día siguiente el joven Zarva arrancó a caminar por los bosques subiéndose a todos los árboles, uno a uno, buscando la flor milagrosa que le daría el alivio con sus perfumes y su esencia.

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