lunes, 10 de octubre de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 39



"gracias, muchas gracias señora" respondió el joven, quedándose esa noche en el pueblo, en una choza que algunos indios le dejaron para que descansara, después de haber comido carne asada de gurre con papas sancochadas, y arracachas y fríjoles cocinados con cebollas.

Al dia siguiente Fura, acompañada de su marido, fueron a despertarlo porque le había cogido el sueño a causa del cansancio "Vamos ya, joven Zarva. Caminemos a los montes y a las selvas. Entre los dos, con seguridad encontraremos la flor prodigiosa que ustéd persigue con tantas ganas" le dijo la joven arrancando a caminar con el muchacho, perdiéndose entre las chozas envueltas en la neblina y los caminos tapados por la maleza, debajo de los árboles que se morían de viejos y entre las enormes piedras guardadoras de los secretos de esas tierras.

Tena mientras tanto, se quedó dirigiendo a su pueblo que le obedecía en todo sin chistar.

Fura y Zarva anduvieron por muchos caminos viviendo los peligros en la selva "Quizás en ese árbol tan florido encontremos la flor mágica" decía Fura trepando por los tallos, encaramándose en las ramas mas altas, semejante a una mona que va saltando de bejuco en bejuco, pero nada, nada encontraba. Y cuando terminaban la búsqueda en algun sector que habían escogido, sin haber tenido resultados, zarva decía "Allá en la montaña del frente puede que la encontremos. Tengo la impresión de que allá está la flor". "Tenemos que atravesar ese rio. Debe ayudarme porque el agua está bajando muy fuerte" le decía Fura al joven, señalando el rabioso caudal que le daba miedo. "Usted es fuerte y aguanta mas que yo. Debe protejerme, no lo olvide". "Si" contestaba el, mirándola curioso. "Tengo hambre. Consigamos frutas. Hay muchas frutas por aquí" decía ella corriendo y volteando a mirar de vez en cuando, como invitándolo a jugar. "Alcánceme si puede" lo retaba con las mejillas y los labios muy rojos, los ojos brillantes y un ansia escondida. Y el corría y la alcanzaba y la estrechaba mirándola asombrado sin decirle nada.

Y así pasaron varios meses metidos en las selvas, sin encontrar la flor.

Una vez ya casi anochecía cuando ella, llena de frio porque había mucha neblina, se acercó al joven diciéndole "Tengo mucho frio. Caliéntame con tu cuerpo. Hazlo, lo necesito, hazlo sin temor" y se juntaron mirándose a los ojos "Eres muy bella, Fura. Tienes unos ojos inocentes. Tu mirada es como las luces de las estrellas". Ella no respondía, solo agachaba la cabeza apretándose contra el cuerpo de Zarva que empezó a besarla con una pasión desconocida que le encendía su poder tanto tiempo guardado. "Eres mio, solo mio. Me escuchas?" decía Fura jadeando y forcejeando entre los brazos de Zarva, olvidada de ella misma, del mundo y de los juramentos.

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