jueves, 13 de octubre de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 40



"Tengo mucho frio, caliéntame con tu cuerpo. Hazlo, lo necesito. Hazlo sin temor" y se juntaron mirándose a los ojos "eres bella, Fura. Tienes unos ojos inocentes. Tu mirada es como las luces de las estrellas". Ella no respondía, solo agachaba la cabeza apretándose contra el cuerpo de Zarva que empezó a besarla con una pasión desconocida que le encendía su poder tanto tiempo guardado. "Eres mio, solo mio, me escuchas?" decía Fura jadeando y forcejeando entre los brazos de Zarva, olvidada de ella misma, del mundo y de los juramentos".

Y el ardor y la pasión les fué ganando irracional, hasta que vencidos por las llamas de sus hogueras, rodaron por la tierra entre las malezas y el pasto, poseyéndose como nunca había pasado en la tierra de los Muzos entre la madre del género humano y un desconocido recién llegado allí. "No pares Zarva, no pares por favor. Te lo ordeno. Sigue, sigue" y el joven complacía poderoso y combatiente a su amiga, con pasión contenida hasta ese momento. La quería como ella pedía, como puma o como paloma. Se convirtieron en león y leona en celo entre las piedras y frente a los ojos de todos. En gatos salvajes arañándose y retándose en sus instintos.

Rugían rodando por el suelo mientras la selva callaba, asomándose discreta entre sus propias sombras, para ver semejante entrega nunca conocida en éstas tierras.

Y cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho, ya el cielo había temblado de ira y había llorado de desconsuelo, y la tierra se había roto en grietas inmensas entre temblores y explosiones que ellos no percibieron, porque Fura había roto el juramento hecho a su dios padre, a su creador Are que había confiado en ella desde el comienzo de los tiempos.

Entonces Fura, después de aquel episodio que la tierra no ha olvidado, y acordándose de las primeras palabras que el dios Are les había dicho "Sereis fieles el uno al otro hasta el fin de los siglos . . . Pero si no se cumple, irremediablemente tendrán enfermedades, la vejéz y la muerte".

Huyó avergonzada y miedosa, corriendo como una loca, extraviada y sin razón, a su pueblo, dejando solo y débil a Zarva en el bosque que quedó pensativo y con tristeza en su abandono, sin querer comer ni hacer nada.

"No pudimos encontrar la flor prodigiosa que tanto buscamos con el joven zarva y por eso he regresado amado Tena, esposo mio. Además estoy cansada y tengo dolido mi cuerpo. Necesito mucho descanso" le dijo fura a su marido fingiendo tranquilidad y una paz que no sentía. Y el respondió mirándola insistente "Recuestate y descansa. Te veo extraña y fatigada. Parece que te falta la respiración y que un remordimiento te apena".










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