lunes, 17 de octubre de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 41



"Recuestate y descansa. Te veo extraña y fatigada. Parece que te falta la respiración y que un remordimiento te apena".

Ella, con gran angustia, fue y descansó varios dias, siendo atendida por las mujeres mas bellas de la tribu, por los ancianos que estaban preocupados por su estado, y por los brujos y sacerdotes que le traían medicinas y le hacían sacrificios a los dioses para que le diera la recuperación muy pronto.

Y así siguió pasando el tiempo, hasta que Tena notó que Fura se iba poniendo fea, apergaminada, empezaba a envejecer de modo acelerado, además veía que su mujer sentía dolores de toda clase y se quejaba continuamente. Entonces, un dia le ordenó a todos que salieran de la choza y acercándose a la estera donde ella estaba acostada, le acarició el cabello, diciéndole suavemente en el oido "Tu desobedeciste la orden de nuestro dios y padre Are. Nuestro creador. Me fuiste infiel con el joven Zarva mientras estuviste en las selvas con el". Y no añadió mas. Se puso de pie y se alejó despacio, con la cabeza inclinada y un dolor agudo en el pecho, dejando sola a su mujer en la choza.

Y sin esperar a nada, se puso una ruana y se fue a una montaña cercana donde encendió una gran fogata invocando a su dios Are para que le ayudara a castigar al joven Zarva por su sacrílega acción con Fura. En menos de un momento escuchó una voz salida de la candela que le decía "El, el muchacho que buscas, está a doscientos metros de aquí, al oriente, junto a una roca alta desde la que se quiere lanzar para matarse. Está pensativo y miedoso por ti. Que piensas hacer con el?" le preguntó Are haciendo bufar la hoguera de modo misterioso. "El merece un castigo que le dure por los siglos de los siglos. Quiero convertirlo en un peñasco para que el tiempo lo castigue cada dia y cada noche, para que los rayos lo quemen y lo partan, y los truenos lo atemoricen y lo pongan como un cobarde. Quiero que los aguaceros caigan continuamente sobre el, ablandándolo y destruyéndolo, y la neblina lo haga temblar de frio y pedir a gritos un poco de calor todos los dias de su vida. Quiero que también el sol lo queme con toda su potencia y que las estrellas y los planetas lo señalen y hablen mal de el en todo el universo, por lo que hizo con mi esposa Fura y conmigo" pedía Tena a Are que lo escuchaba con gran atención, metido en la hoguera de llamas azules. "Te concedo inmediatamente lo que pides porque sé que es justo tu reclamo" respondió el dios, convirtiendo ya, a zarva en un peñasco capáz de sentir los castigos de la naturaleza por los siglos de los siglos.

Cajamarca y Millaray todavía estaban allí, a la orilla del rio y encima del pasto, mirando lo que pasaba, pero parecía que nadie se diera cuenta de ellos. Y ellos no sentían hambre, ni frio, ni sueño, ni cansancio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario