miércoles, 30 de noviembre de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 53


Saldrían de allí a descansar el resto de la noche para continuar las pruebas al otro dia.
de modo que la multitud caminó alrededor de veinte minutos hasta llegar a un bosque cerrado donde los combatientes entraron llevando muchas antorchas encendidas que ahuyentarían a los ofidios poniéndolos rabiosos. Llevaban también mallas de fuertes bejucos, cuchillos de piedra, flechas y mazos especiales para la batalla.
Al sentir el alboroto, al ver la luz y sentir el calor de las antorchas, muchas serpientes huyeron a lo hondo del bosque donde estarían tranquilas, pero la mayoría se quedaron desafiantes enderezando sus cuerpos retadores esperando al enemigo y sacando la lengua como fuego vivo, enviando chorros de veneno, listas a lanzarse como rayos a sus enemigos y a matarlos como solo ellas sabían hacerlo. "Ayyyyyy, ayyyyyy, me alcanzó una con sus colmillos y con su veneno. Me muero, me muero. ayúdenme, ayúdenme ya" gritaba uno de los muchachos, agonizante. Se revolcaba en el suelo desesperado por el dolor y por una sensación de intensa quemazón. de su boca le salía baba espesa que caía en hilos gruesos al suelo y los ojos los tenía muy abiertos, casi salidos de sus órbitas, rojos, con aspecto enloquecido. Pero nadie podía auxiliarlo porque en éste caso, las normas de la tribu lo tenían prohibido. Los guerreros aspirantes al cargo de cacique, debían defenderse solos, así que nadie fue a ayudarle.
Y luego otro gritó "Me clavó el veneno ésta maldita. Como me duele. Pronto me voy a morir, tengo asfixia. Vengan, vengan y ayúdenme" y se balanceaba borracho y con la visión nublada, hasta caer encima de las hojas y la maleza, totalmente inerte y con la piel entre amarilla y ennegrecida a causa del veneno. Muchos bichos hambrientos vinieron en un momento caminando sobre el, como sobre cualquier tronco alimenticio, para hacer parte del gran banquete que de repente encontraban, mientras los otros buscaban atrapar a una enorme serpiente que mostrarían a la muchedumbre como trofeo para poder pasar a la siguiente prueba.
solo se oían gritos de muchachos agonizantes. Se notaba que la lucha era desigual porque en cualquier momento las serpientes envolvían a sus víctimas quebrándoles las costillas con su presión, inyectándoles el veneno mientras la multitud se gozaba embriagada y loca, semejante actividad en la noche de las antorchas.

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