jueves, 8 de diciembre de 2011

EL PAIS DE LAQ NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 54




Solo se oían gritos de muchachos agonizantes. Se notaba que la lucha era desigual porque en cualquier momento las serpientes envolvían a sus víctimas quebrándoles las costillas con su presión, inyectándoles el veneno mientras la multitud se gozaba embriagada y loca semejante actividad en la noche de las antorchas.
Después de hora y media, y mientras la multitud esperaba al indígena vencedor en los límites del bosque, uno de los jóvenes llegó sudoroso y felíz con una enorme serpiente colgada de sus hombros. La llevaba cogida del cuello con sus manos como tenazas, impidiéndole peligrosos movimientos que pudieran hacer daño. De sus ojos rojos salían llamas de fuego de color rojo también, y amarillas botando miles de chispas en el aire oscuro, quemándole la mano al combatiente, que soportaba el dolor sin decir nada, porque parecer débil no le permitiría convertirse en cacique.
Detrás de él venían los jóvenes que se habían quedado. Solo ocho de los sesenta y pico que hacía poco habían empezado las pruebas.
Los caciques Corbaraque, Poima y Butaregua comprobaron que realmente el muchacho había vencido a la serpiente en lucha limpia y se lo llevaron a Cajamarca y a Millaray para que lo conocieran. "Divinos hijos de Are, éste muchacho es un gran guerrero, lo mismo que el que venció al cocodrilo. Ya vamos teniendo a la gente que finalmente quedará elegida en cargos importantes, por su seguridad y fortaleza". "Son jóvenes valientes y muy aguerridos. No le temen a la muerte, me he dado cuenta de eso" contestó Millaray mirando a los jóvenes embarrados, rasguñados, heridos y algo ensangrentados, cansados y soñolientos pero orgullosos de ellos mismos. "Ya es mas de media noche. Tenemos que descansar para seguir las pruebas mañana temprano". "Si, si, vamos a descansar. Mañana será un largo día y tenemos que estar en las competencias sin falta" y empezaron el regreso corriendo, gritando y silbando por el valle y por las faldas de la montaña, buscando sus chozas y los sitios donde dormirían abrigados por gruesas cobijas y largas ruanas que les darían el calor tan necesario para renovar las fuerzas.
A Millaray y a Cajamarca les dejaron una choza con hamacas y abundantes cobijas limpias y finamente tejidas con dibujos emblemas de esas tribus. se acostaron afandos por el cansancio y durmieron largamente sin soñar.
Las horas pasaron rápidas porque cuando el sol se alzó por encima de las montañas, mucha gente todavía tenía sueño. Pero elegir a un alto cacique de la federación guane, era vital para el pueblo.
Por eso la multitud estaba dispuesta a ésta hora, a acompañar a los nueve guerreros que quedaban. Era un deber comunitario, una obligación humana.

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