domingo, 11 de diciembre de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 55



Las horas pasaron rápidas porque cuando el sol se alzó por encima de las montañas, mucha gente todavía tenía sueño, pero elegir a un alto cacique de la federación Guane, era vital para el pueblo. Por eso la multitud estaba dispuesta a ésta hora, a acompañar a los nueve guerreros que quedaban. era un deber comunitario, una obligación humana.

En poco tiempo sabrían quien sería el gobernador.

La multitud vió de pronto al cacique de Pomareque, Babasquezipa el que todo lo ve, el que conoce los secretos de los árboles y de los animales, cubierto con una larga ruana de colores y una corona de plumas de pájaros exóticos que el viento le movía fuerte.

Estaba parado en una alta roca en una esquina de aquel pueblo, con un brazo levantado y la mirada fija, pidiendo atención. Cuando la gente hizo silencio, gritó "Pueblo Guane, pueblo Guane ponga cuidado. Hoy iremos al rio porque los combatientes deben atrapar al pez bufeu, pero al pez bufeu jefe, el que ordena a los otros peces de su especie, secuestrar a nuestras mujeres cuando lavan y se bañan en el rio. Será una aventura enorme para los guerreros. Seguro algunos morirán en la batalla, pero así conoceremos a los mas valientes y decididos. "Vamos, vamos entonces" gritaron muchos indios, abriéndose paso en la multitud, sin esperar a que Babasquezipa terminara de hablar, arrancando a caminar al rio como siempre entre gritos, silbidos, largos sorbos de chicha que llevaban en calabazas y extensos brincos entre el barro, las piedras, los troncos caidos y entre la ruda maleza que ellos manejaban diestramente.

Ya los guerreros iban adelante, armados con hachas de piedra, cortas lanzas, redes de gruesos bejucos, y fuertes palos que necesitarían en el combate.

. . . Desde que los Guane tenían memoria, recordaban que los peces bufeu se habían llevado al fondo del rio a mas de trecientas mujeres entre jovencitas y adultas que se habían descuidado en la orilla del agua a pesar de saber que podían ir a parar al fondo del rio como mujeres de los bufeu machos. Ellos habían arrastrado a muchas, poniéndolas a vivir con ellos entre las piedras y las algas del fondo, cuidándolas a todo instante para que no fueran a volárseles y los dejaran viudos. De ningún modo les permitían volver a la superficie y si algún indio pretendía bajar a rescatarlas, era destrozado por multitud de Bufeus machos que se unían en el combate, cuidando a sus mujeres cautivas.

Desde que vieron hace mucho tiempo, mujeres bañándose o lavando en las orillas del gran rio, rondaron maliciosos, escondidos en la espuma, y encerrándolas entre varios, se les acercaban sin dudar, tumbándolas al agua con un golpe preciso y empujándolas luego con las cabezas entre afanes y gritos de gozo . . .

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