miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 56




Desde que vieron, hace mucho tiempo, mujeres bañàndose o lavando en las orillas del gran rio, rondaron maliciosos escondidos en la espuma, y encerràndolas entre varios se les acercaban sin dudar, tumbàndolas al agua con un golpe preciso y empujàndolas luego con las cabezas entre afanes y gritos de gozo, llevàndoselas en la corriente para luego agarrarlas de los guayucos o las ruanas, con la boca y hundirlas al fondo donde las ponìan a vivir con ellos, dejàndolas al cuidado de otros Bufeus machos que tenìan ese ùnico oficio y que tampoco permitìan la llegada de las Bufeu hembras para evitar las peleasy los celos con los machos de su especie, a pesar de que las bufeus hembras tambièn se robaban a los hombres que encontraban descuidados en las orillas del rio, en las canoas o cuando cruzaban nadando, llevàndoselos a lugares ocultos donde solo vivìan las peces hembra.

De modo que ir a luchar con los bufeus y querer capturar al jefe macho o hembra, era una empresa casi imposible para los indìgenas guerreros. La muerte era segura para muchos. A algunos quizàs los secuestraran las bufeus hembras para tenerlos como maridos en sus guaridas, pero los guerreros se expondrìan con tal de convertirse en el gran cacique de los Guane.

Iban valientes, serios, decididos, seguidos por la multitud que no se les despegaba porque ir junto a ellos les darìa oportunidad de convertirse en sus ìntimos amigos que mas tarde decidirìan cosas importantes en las tribus Guane.

Cuando llegaron a la orilla del rio se miraron un momento, midièndose sus fuerzas, lanzàndose en grupo al agua para ir mas seguros y para defenderse de los ataques que serìan muy violentos.

Habìan Bufeus de hastas dos metros de largo, venidos del rio Amazonas y que tenìan mucha fuerza. Los nueve jòvenes se habìan puesto de acuerdo de no separarse y de defenderse en equipo. Fueron bajando al hondo lìquido, buscando cuidadosos el sitio donde pudieran estar las mujeres, pero el agua estaba opaca y eso dificultaba el rastreo.

Miraban entre las piedras sin hacer ruido, en medio de la vegetaciòn acuàtica que ocultaba muchos lugares. Tambièn rondaban mas allà, mientras centenares de peces pequeños pasaban en cardùmenes quizàs saludàndolos o avisàndolos de algùn peligro.

En media hora de bùsqueda no vieron nada, pero de pronto mas de veinticinco bufeus hembra se vinieron en manada rodeàndolos para que ninguno de los jòvenes fuera a escapàrsele. Es que esa era una oportunidad de oro para las bufeu que podìan tener los maridos que quisieran, sin tanto esfuerzo . . .


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