viernes, 30 de marzo de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 75


Lo primero que Cajamarca y Millaray hicieron después de caminar entre ellos, protegidos por el canto del pájaro de mil colores, fue juntar ramas, palos y hojas secas a las que prendieron candela, frotando largamente un seco palo contra una piedra mientras los aborígenes se les acercaban mirando curiosos lo que hacían.
cuando vieron que el fuego se elevaba en llamas y chispas de colores, se acercaron mas metiendo las manos allí, sintiendo la quemazón que los hacía gritar y correr, enloquecidos de dolor.
Pero se dieron cuenta que estando al pie de la fogata sentían calor, y se alegraron señalando insistentes a los jóvenes a los que iban aceptando como sus jefes . . .o sus dioses, a los que obedecerían en todo.
Ese mismo día, Cajamarca aprovechó el fuego, asando un marrano salvaje que había casado el dia anterior. Primero le chamuscó las cerdas, entre las aclamaciones de la gente que veía salir el humo mezclado con olores de apetito. Después fué a la orilla del rio, seguido por la tribu, donde lo abrió con un cortante cuchillo de oro, sacándole los intestinos y otros órganos que lavó, lo mismo que la carne, echándola después en costales de fibra de maguey que llevaba en su equipaje. Se cargó un costal en la espalda, mientras un rudo hombre cogió el otro, yéndose a su lado hasta llegar al pie de la fogata donde todo el mundo se arrimó para ver que era lo que pasaba.
Cajamarca, ayudado por Millaray, sacó sal del joto que siempre cargaban y con ella friccionó la carne del marrano que montaron en largos palos sujetados en horquetas clavadas y alistadas a lado y lado de la fogata. La carne empezó a chirriar y a soltar aromas apetitosos que ponían ansiosa a la gente. De ese modo pasó un largo rato hasta que la carne estuvo bien asada. Entonces Millaray y Cajamarca fueron cortando pedazos para que la tribu probara el nuevo sabor, la blandura de los bocados y los jugos que tenían, y como la sintieron deliciosa, quisieron robarse la que quedaba pero no lo hicieron, respetando la presencia de Millaray. Lo que si hicieron fue ir al monte a conseguir mas animales. En poco tiempo volvieron con cabras, con gurres, con terneros . . . . y entre señas le pedían a Cajamarca que les enseñara a prender mas fogatas para asar los animales que habían traido. Entonces el les fué indicando, y los hombres, torpes, no lograban sacar fuego de la leña, ni lavar las carnes ni acomodarla en los palos encima de las fogatas que finalmente hicieron después de mucho bregar.
Cajamarca les regaló sal que ellos echaron encima de la carne, mordiéndola ansiosos, saboreando semejante manjar que los dioses les habían enseñado a preparar.
Ese día aprendieron a decir "Carne", aprendieron también la palabra "Sal", y la palabra "Fuego". Estaban felices por eso y se abrazaban y se mordían de la dicha.

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