domingo, 8 de abril de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 76


Entonces el les fue indicando como hacerlo y los hombres, torpes, no lograban sacar fuego de la leña, ni lavar las carnes, ni acomodarla en los palos encima de las fogatas que finalmente hicieron, después de mucho, mucho bregar.
Cajamarca les regaló sal, que ellos echaron en la carne, mordiéndola ansiosos, saboreando semejante manjar que los ´"dioses" les habían enseñado a preparar. Ese dia aprendieron a decir "Carne", aprendieron también la palabra "sal", y la palabra "Fuego". Estaban felices por eso y se abrazaban y se mordían de la dicha.
después de eso, la tribu no dejó que Millaray y Cajamarca se fueran del lado de ellos, porque iban a necesitarlos mucho.
Entonces una mañana, el muchacho madrugó a conseguir gruesos palos que le sirvieran para levantar una choza, con el fin de enseñarle a aquella gente cómo vivir decentemente, guardándose de los peligros que eran muchos, del sereno nocturno, de los animales, de los constantes e intensos aguaceros, de los ventarrones, y en fin darles un medio para descansar, criar a sus hijos y dormir bien, como les pedía la vida y el cuerpo.
fué amontonando las columnas en un sitio despejado a donde llegaba buena luz, y desde donde podía ver a la gente. Lo mismo hizo al dia siguiente, ayudado por algunos hombres que no lo dejaban en ningún momento, y cuando consiguió también hojas de palma que le servirían en la fabricación del techo, empezó a hacer grandes huecos en la tierra. Algunos hombres colaboradores trajeron palos a los que sacaban punta para aflojar el suelo a manera de barretones. Así, muchos quisieron trabajar, pero lo que hacían era interrumpir porque no acertaban a hacer las cosas bien. Cajamarca les hacía gestos diciéndoles que primero miraran para que aprendieran.
Abrieron hartos huecos, guiados por una fibra vegetal amarrada de dos estacas mas o menos a cinco metros de distancia, que les indicaba la dirección para que los postes no quedaran salidos o muy metidos. Levantó un primer palo enderezándolo en su vertical, ayudado por una cabuya y una piedra amarrada en un extremo que le servía de plomada. Después lo fué asegurando en la base con grandes piedras traídas del rio, echándole tierra y ajustándola con los pisones, hasta que el palo resistió quedando completamente vertical.
Así los hombres ayudaron a clavar los otros postes. Cajamarca les atravesaba otros palos y varas, amarrándolos con bejucos para mas tarde, echar la arcilla entre ellos.


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