sábado, 28 de abril de 2012




A diferencia de los indios que engordaba, Costé no alimentaba a su madre. Ella era una mujer muy flaca que estaba en los huesos y que casi no podía moverse por la debilidad que mantenía. Solo comía raíces, hojas, los huesos pelados de los indios, que Costé le dejaba, y pedazos de frutas que los monos salvajes le llevaban de vez en cuando.

Un dia que Costé se metió en el monte, la mujer le dijo al indio. “Costé lo está alimentando bien, para que se engorde y así comérselo felíz, como ha hecho con muchos otros indios. Ustéd debería volarse de aquí, irse para su pueblo donde seguramente lo han echado de menos” le dijo al Emberá-Catío al que le brillaron los ojos viendo que la madre del fantasma lo ayudaba  “Y como hago? Ya no tengo fuerzas para correr. Estoy muy gordo y su hijo me alcanzará y me traerá otra vez aquí” “Tiene que hacer el esfuerzo. Suba al filo de la montaña y se echa a rodar como una bola, hasta que llegue a su pueblo” le aconsejó ella.

Entonces el indio se animó y sacando alientos de entre su fea gordura, se soltó de la batea y saliendo de la enramada, corrió asfixiado hasta el filo de la montaña desde donde se echó a rodar semejante a una bola que en poco tiempo estuvo entre las chozas del pueblo.

La tribu al verlo, le dijo asombrada “Ustéd donde estaba, porqué está tan gordo y porqué viene con tantos moretones y tantas heridas?” y el pobre indio casi sin poder hablar les dijo “El fantasma Costé me tenía en su enramada y me estaba engordando para comerme, pero su mamá me dijo lo que debía hacer para escaparme. Lo hice y así llegué aquí otra vez”.

Entonces la tribu lo bañó, curándole las heridas, lo cuidó y le dio brebajes de yerbas para que se repusiera pronto y para que se adelgazara un poco.

Cuando el indio se sintió bien le dijo a la tribu como era la fisonomía de Costé y como podían capturarlo. Entonces el pueblo se armó con las flechas y las lanzas que Cajamarca les había enseñado a fabricar y se fueron silenciosos entre la selva hasta llegar cerca a la enramada. Dejaron que anocheciera bien y cuando vieron que todo estaba oscuro y que ya eran las doce de la noche, rodearon la enramada encontrando al fantasma durmiendo en el suelo, al lado de la batea vacía.

Sin darle tiempo, uno a uno los hombres de la tribu, le clavaron las lanzas en el pecho, en el estómago, en las piernas, en el cuello hasta que lo vieron completamente muerto.

Cajamarca y Millaray, que habían ido con ellos, llevaron a la mamá de Costé a la tribu donde le dieron una choza para que viviera tranquila. También le ordenaron a las mujeres, que la alimentaran para que cogiera fuerzas. Con el tiempo, la madre del fantasma se transformó en una mujer sabia que aconsejaba al pueblo en los problemas que tenía. casi todos iban a contarle sus dificultades para que les ayudara a solucionarlas.

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