jueves, 10 de mayo de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 83


"Ah bueno, como digas. arreglaremos nuestras cosas y nos despediremos, cosa que será larga porque los Emberá-Catíos no nos dejarán ir fácil". "Tienen que convencerlos que otro día volverán. así los calmarán y cederán" dijo el buitre agarrando con el pico una langosta que lo tenía aturdido volando alrededor de él. La destrozó y se la tragó de un solo bocado.

tenían que irse, de so no había duda, porque si no, el pájaro los dejaría sepultados en una tierra que no era la de ellos. Por eso le dijeron "Espérenos entonces, cóndor. Nos demoraremos un rato despidíendonos pero vendremos para irnos a donde nos diga". le dijo Cajamarca. "Traten de no demorarse" contestó y los jóvenes lo miraron sonriendo.
Caminaron a la choza, donde arreglaron al Tunjo envolviéndolo en una manta nueva que Millaray había tejido ayudada por las mujeres de la tribu. Llamó con un silbido especial al pájaro de mil colores que tampoco los abandonaba y que llegó en poco tiempo revoloteando alrededor de ellos, parándose en un palo del techo desde donde los miraba torciendo curioso su cabeza. "Por qué me ha llamado, princesa?" le preguntó con voz apaagada. "Nos iremos de aquí, el cóndor está cansado y débil por no hacer nada. Dice que necesita volar para fortalecer las alas y los músculos y que quiere conocer otras tierras. Nos ha dicho que si seguimos aquí, nunca encontraremos la montaña brillante" le contestó Millaray arreglandose el cabello y poniéndose una balaca de oro. "Eso es cierto, yo también quiero irme pero me había dado pena decírselo". "No se preocupe, Luz de Luna. Cada vez que quiera decir algo, dígalo. No se quede callado porque eso no es bueno, puede enfermarse". "Claro" dijo el pájaro bajando en picada al suelo donde atrapó un insecto volador que no los dejaba en paz.
en poco tiempo arreglaron sus cosas, armando un joto donde llevaban el oro cagado por el Tunjo y también las otras cosas que usaban en sus viajes.
Salieron luego, caminando entre la gente que ya presentía algo raro en la actitud de los jóvenes. El modo nervioso y afanado de ellos y del cóndor los ponía excitados presintiendo una rara soledad.

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