martes, 3 de julio de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 92



Y esa noche y otras mas, en largo tiempo, Ewandama y su hijo durmieron en las costillas del buitre, mientras el dios le daba mas toques de perfección al mundo. Alejó el mal de su tierra, enseñando a la vez a los hombres y a las mujeres a construir casas donde empezaron a vivir. Cajamarca y Millaray le colaboraban enseñándole a la gente el arte de la metalurgia, de los tejidos, del trabajo en el campo. Les enseñaban a usar el pensamiento y a criar a los hijos. El pueblo de los Waunana aprendió a fabricar coronas de oro incrustándoles diamantes que conseguían en los alrededores recogiéndolos entre las peñas y regalándoselos a sus mujeres.
Despues de meses, un dia en que el sol no estaba muy caliente, Millaray se le acercó a Ewandama porque tenía que decirle algo importante. Lo vió rara y bellamente rejuvenecido, cosa que la dejó asombrada. “Gran dios Ewandama, ahora nosotros seguiremos recorriendo el mundo porque ese es nuestro destino. Cajamarca me ha dicho que estamos cerca del país Guajiro donde vive una diosa inolvidable, que es mi amiga. Por eso quiero visitarla, a Inhimpitu, Una de las creadoras del pueblo Wuayú. Necesito hablarle de su hija Rayo de sol y que me diga que está pensando de ella y si ya sabe donde está. Lo que pasa, gran dios Ewandama, es que Cajamarca y yo andamos buscando desde hace tiempos a esa niña, para que nos dé el diamante del poder que me convertirá en diosa de los dioses, y para que a la vez, ella regrese con su madre, que la necesita tanto. Por eso es preciso hablar con ella, con Inhimpitu, verla de nuevo y saber como está”. Terminó diciéndo Millaray mientras los ojos del dios se ponían tristes y profundos pensando que sus amigos ya se irían y el volvería a quedar solo. “No se vaya, hermosa hija de las estrellas, quédese aquí y me ayuda a perfeccionar mi reino, o al contrario, si me lo permiten yo los acompañaré en su viaje a ese país, porque hace mucho no he salido a ninguna parte y necesito conocer otros imperios y también los dioses de los pueblos vecinos” le propuso Ewandama buscando al cóndor con la mirada. “Verdad quiere ir con nosotros, gran dios?” le preguntó ella feliz, pensando que iría acompañada de ese dios bueno, callado y de tanta ingenuidad. “Claro que quiero ir bella joven, pero le pido que también nos acompañe mi hijo porque sé que en esas tierras encontrará a su compañera que está necesitando” pidió Ewandama a Millaray ayudándole a cobijar al tunjo que había sacado la cabeza y los brazos de entre la cobija que lo abrigaba.  “Entonces no hablemos mas. Mañana temprano nos iremos porque el cóndor quiere volar también. Me lo ha dicho. Me dice que cuando no vuela, se debilita y pierde la fuerza y el poder, y eso no lo soporta porque siente que su cuerpo se le destruye. Le diré a Cajamarca que se aliste y usted, Ewandama le dirá a su hijo que se aliste también, sin demora”.  “Así se hará, hermosa joven. Gracias por aceptar nuestra compañía” dijo el dios arreglándose la larga túnica de colores que estaba sucia, y alisándose el pelo, que tenía revuelto. “Es lo mejor que puede pasarnos. Ir acompañados es un regalo del cielo” respondió Millaray saltando de alegría.


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