martes, 24 de julio de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 94


La noche era un griterío increible. Un campo de movimientos sin fin. Las horas se metían en las raíces de los árboles y entre las nubes que pasaban, yéndose con ellas a sitios desconocidos, esperando la mañana que sin demora llegó al lado de un sol amarillo rodeado de candela.
Todo estaba listo para el viaje y los cuatro ya estaban despiertos.
“Nos vamos ya, cóndor de los andes?” le preguntó Millaray acercándosele al cuello que el buitre torció para mirar bien a su amiga. “Cuando usted ordene bella princesa, nos iremos”. “entonces vámonos ya” dijo Cajamarca que estaba sentado en el nacimiento de un ala mirando el caserío que ya se había despertado porque sabían que su dios y su hijo, mas los visitantes a los que consideraban como sus padres, se irían y quizás no volverían a verlos.
De modo que el cóndor caminó hasta una larga extensión en la que no habían árboles sino maleza muy bajita y moviendo las alas con potencia, se elevó verticalmente, subiendo unos cuarenta metros por encima del pueblo que ahora gritaba y lloraba en estado de angustia y abandono. El cóndor planeó entonces varias veces sobre el pueblo que le pedía a gritos que no se fuera, que se quedara siempre con ellos, y para no alargar mas aquella despedida tan lastimosa, se fue veloz por encima de los árboles, sin ponerle cuidado a los ruegos de la gente, perdiéndose mas allá, entre nubes viajeras y bajos cerros en donde la vista humana no lograba distinguirlo.
En poco mas de una hora vieron el mar.
Estaba inquieto y azulverdoso inventando espuma fugáz, entre la que se escondían las ballenas, los tiburones, los delfines y miles de peces que vivían en ese mundo fluido y cambiante. “Yo tenía muchas ganas de conocer el mar” dijo Millaray gritando encantada y como hechizada frente a ese mundo desconocido para ella, sin quitar la vista de la distancia verdeazul. “Me habían hablado mucho del mar y pensaba que era una mentira. Como es de lindo y brillante, parece llamarla a una para poseerla” terminó diciendo, agarrándose fuerte de las plumas del ave, porque ese vacio le producía un mareo fantasmagórico. “Yo nací en el mar, lo mismo que mi hijo” dijo de pronto Ewandama mirando a la joven que estaba entre dichosa y temerosa . “Le da a uno una especie de angustia mirarlo” dijo Cajamarca riéndose nervioso y casi incontenible, sin poder explicar la causa de esa risa. Entonces el cóndor entendió que debía alejarse de allí, meterse por encima de los bosques y la tierra para que sus amigos estuvieran tranquilos y volteando al sur, buscó las colinas y los valles sobre los que se fue en un vuelo acelerado, llegando en poco tiempo a las tierras resecas de la nación Guajira. “Ya llegamos cóndor, al país de la diosa Inhimpitu?” le preguntó Millaray arreglándose el pelo que tenía muy revuelto. “Si princesa. Ahora lo que estoy haciendo es buscando el rancho donde ella vive. No nos demoraremos en llegar allá. 

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