lunes, 30 de julio de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 95


 Entonces el cóndor entendió que debía alejarse de allí, meterse por encima de los bosques y la tierra para que sus amigos estuvieran tranquilos y volteando al sur, buscó las colinas y los valles sobre los que se fue en un vuelo acelerado, llegando en poco tiempo a las tierras resecas de la nación Guajira. “Ya llegamos cóndor, al país de la diosa Inhimpitu?” le preguntó Millaray arreglándose el pelo que tenía muy revuelto. “Si princesa. Ahora lo que hago es buscar el rancho donde ella vive. No nos demoraremos en llegar allá. Falta poco. Pero mientras tanto miren a los nativos Wayúu que saltan haciéndonos señas. Seguro quieren que bajemos a saludarlos” contestó el ave desplegando  las alas para sentir frescura porque el bochorno que había era mucho. “No, todavía no vayamos donde ellos. Primero encontremos a la diosa Inhimpitu porque es urgente que hable con ella” respondió Millaray mirando en la distancia los escasos ranchos que habían, pretendiendo descubrir el de la diosa.
El cóndor voló varias veces encima del mismo territorio queriendo dar con el caserón  de Inhimpitu, que no lograba encontrar, hasta que vió las colinas y el rio, donde habían estado en tiempos pasados. “Aquí abajo era donde ella tenía su rancho” gritó inquieto porque no veía la casa . “Estoy seguro de eso. No se me puede olvidar” y sin pedirle permiso a los jóvenes para bajar, descendió a la orilla del rio que se resbalaba tranquilo y silencioso. “No está el rancho de la diosa, que le pasaría?” dijo Cajamarca poniéndose de pie en las espaldas del buitre. “Aquí era donde estaba, lo recuerdo bien”. “Si, yo también lo recuerdo. No se me olvida” dijo Millaray desconsolada. “Pero miren, allá se ven columnas enterradas y podridas. Quiere decir que hace mucho no está aquí”, dijo  afligida. “Entonces lo que hay que hacer es ir a la tribu y preguntarle a la gente si saben algo de ella” propuso Ewuandama mirando a su hijo que no decía ni una palabra. “Si, eso es lo que tenemos que hacer. Bajemos un poco al suelo, descansemos, tomemos agua, comemos algo y vamos a donde los Wayúu. Es posible que ellos nos den razón de la diosa.
Se descolgaron por las alas del buitre, pisaron tierra y corrieron a mirar las ruinas del rancho donde crecía la maleza y donde algunos animales habían hecho sus nidos. “Solo están las ruinas. Que pesar” dijo de pronto el hijo de Ewandama caminando entre los escombros. Es triste que una diosa desaparezca sin saber que ha sido de ella, pero seguro que el pueblo debe conocer donde está”. “Quiere que nos vayamos ya, cóndor? O necesita descansar otro rato?” le preguntó Millaray agarrándose del brazo de Cajamarca, sintiendo su compañía. “Si, vámonos ya, todavía no estoy maltratado. El pueblo de los Wayúu no está lejos y con sus respuestas quedaremos tranquilos” contestó el pájaro, alistándose para que los viajeros se encaramaran otra vez en su espalda, cosa que hicieron rápidamente después de haber comido yucas, carne sancochada, y agua del rio, que les pareció dulce como nunca.




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