jueves, 16 de agosto de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 97

De pronto, entre la algarabía y el gran desorden, llegó el cacique de ese pueblo con una larga y gruesa vara en sus manos, símbolo de su poder y autoridad, a la vez que la usaba como apoyo y para defenderse de los enemigos y de las serpientes que abundaban mucho y que sin darse cuenta entraban a las chozas con gran peligro para los niños y las mujeres. Era el cacique Anbaibe, acompañado de sus hijos Nutibara y Quimunchú. Venían vestidos con largas batas de colores para protegerse de los rayos del sol que eran intensos la mayor parte del año. Tenían diademas hechas con plumas de colores y llevaban las caras pintadas con líneas geométricas de colores verdes, rojas y negras.
Los dos jóvenes estaban armados con lanzas y flechas mostrando además una rara agresividad quizás por sentirse invadidos tan de repente  en su territorio, por gente extraña. Le preguntaron a los visitantes sin ninguna compostura “Ustedes quienes son, con que permiso llegan a éstas tierras? Y éste pájaro donde lo consiguieron? porqué es tan grande?” y al ver Cajamarca la dureza del cacique y de los hijos, resolvió decir que era pariente de Inhimpitu, la diosa Guajira, para que los respetaran y los atendieran, “Yo soy hermano  de la diosa Inhimpitu, de éstas tierras y que ustedes conocen muy bien. La joven que viene con nosotros también es hermana de Inhimpitu, y ellos son Ewandama, dios del pueblo de los Waunana, y su hijo, que quisieron venir a visitarlos para preguntarles donde podemos encontrar a Inhimpitu, porque hemos ido al rancho donde vivía y no hemos encontrado nada, solo escombros. El pájaro en que venimos viajando, se vino volando desde la luna, donde tiene su casa, y como lo ayudamos y le dimos agua y comida para que se recuperara del cansancio que tenía, nos hicimos amigos y nos dijo que no lo dejáramos nunca porque le gustaba la tierra, para seguir viviendo aquí y que a cambio de nuestra ayuda podíamos viajar en sus espaldas todo lo que quisiéramos”. Y entonces el cacique oyendo esto, se ablandó inmediatamente lo mismo que sus hijos, que corrieron a servirles con gran  atención ”Vengan, vengan comen algo porque deben tener  hambre. Y si quieren descansar, tenemos buenas hamacas para que duerman y se recuperen. . . Entonces estamos al frente de dioses y de parientes de dioses?” dijo como para si, entrecerrando los ojos y moviendo lento la cabeza. Verlos llegar montados en un pájaro tan grande nos ha dejado boquiabiertos y mudos. Sigan, sigan nobles visitantes, mi pueblo también es de ustedes. Vengan a mi rancho para que descansen porque su viaje que ha debido ser largo”.
Así, los visitantes sintieron confianza y acompañados del cacique y de sus hijos, caminaron entre la gente que les abría paso siguiéndolos y mirándolos insistentes y tocándolos también para ver que tenían de raro.

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