martes, 2 de octubre de 2012

EL PAIS DE LA NIEVE Y LA MONTAÑA BRILLANTE 100



“Maleiwa?” preguntó Millaray  grabándose el nombre del dios “y Quien es el?”. “Es nuestro dios que nos acompaña todos los días, caminando sin descanso por nuestras tierras llamando la lluvia que tanto necesitamos. El creó el mundo y tiene poderes invisibles que otros no poseen” dijo Nutibara sacudiendo la cabeza y arreglándose la diadema de vistosas plumas, sujetándola firme encima de su cabello. “Tendremos que invocarlo tocando las maracas mágicas junto a tres fogatas. Cuando esté aquí, el quizás pueda decirnos donde se encuentra la diosa Inhimpitu”, añadió Anbaibe fumándose un tabaco que le habían traido los Coyaimas desde el país de los Pijaos cuando un dia vinieron por sal y porque también querían conocer el mar.  “De aquí a un rato, cuando anochezca, invocaremos a Maleiwa. Algo importante y bueno nos dirá, de eso estoy seguro” dijo el brujo entrando al rancho para seguir su adoración al universo.

Faltaban pocas horas para que el sol se descolgara y empezara la noche. De modo que los visitantes caminaron por ahí, rodeados del pueblo que no los dejaba ni un momento. Mientras otra multitud no se apartaba del cóndor, admirados de que hubiera llegado volando desde la luna. De pronto el Tunjo sacó la cabeza de la ruana en que Millaray lo llevaba envuelto y dijo “Me gustan mucho los Wayúu porque son fiesteros y porque saben que las riquezas del mar son de ellos” y volvió a meter la cabeza mientras el pueblo se admiraba viendo a un bebé hablar de ese modo. Millaray se vió obligada a explicar lo que pasaba con ese niño “lo encontramos hace tiempos en un bosque del país de la nieve. Lloraba porque estaba solo y con hambre y frio. Al acercarnos nos dijo que si lo ayudábamos y le dábamos compañía, nos haría las personas mas ricas de Columbus porque sus cagadas son de oro y ese oro sería para nosotros”. “verdad, caga oro ese niño? Se decían unos a otros, asombrados, y le pedían a Millaray que los dejara verlo porque tal vez ese bebé era único en el mundo. Y Millaray lo mostraba mientras el Tunjo torcía la cara de disgusto y cerraba los ojos porque la luz tan brillante de aquellas tierras le fastidiaba mucho.
Así llegó la noche, y el pueblo encendió antorchas amarradas en postes frente a los ranchos, también

hicieron muchas fogatas que prontamente chisporrotearon lanzando chispas de colores al espacio donde se

perdían mientras Anbaibe con sus hijos y el brujo iban a donde estaban Ewandama, su hijo, Cajamarca y

Millaray, seguidos por las miradas del pueblo que no les perdían pisada. “Haremos la invocación a Maleiwa,

alejados de los ranchos para que los gritos de los niños no nos interrumpan” dijo el brujo recogiendo los

palos, las cáscaras, las ramas y hojas que habían por allí, ayudado por El cacique, por Nutibara y Quimunchú

que no se separaban. Cuando tuvieron tres altos montones de troncos y otros materiales secos, Nutibara les

metió candela con la antorcha que llevaba y cuando el fuego creció empezaron a danzar alrededor, llamando

a Maleiwa y haciendo sonar las maracas mágicas que solo los Wayúu tenían. “OH,oh,oh gran dios nuestro

Maleiwa, escucha nuestros ruegos.


 

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