“Es interesante lo
que dice, pero será mas, cuando todos sepan que ahora usted es el jefe de las cordilleras, de las montañas, de los
valles y de las aves en general.
Para certificar el
cargo que ahora usted empieza, le entregaré el símbolo que lo distinguirá en
todo lugar.
El rey bajó la
vista al suelo, olfateó el aire lleno de aroma de carne asada, volteó a mirar
la hoguera y el ternero crepitante en
las llamas de colores, pasó saliva, y ansioso, abrió el morral en el que
guardaba quien sabe que cosas.
Se acomodó en el
nido buscando la luz de la hoguera. Sacó una pequeña piedra de color escarlata
brillante, del tamaño de un fríjol, observándola atento. Estiró el brazo ofreciéndosela
al ave que prontamente la cogió con el
pico. Se paró, asombrado por la luminosidad que tenía la piedrita, poniéndola
en una cavidad de la pared. Luego se retiró sin dejar de mirarla, viendo como iluminaba con raro pero bello resplandor en la
oscuridad del hueco, y le dijo a su amigo “Gracias rey. Ahora sé que es la
piedra del poder la que me da en éste momento. Así me convierto en un ave
respetada por donde quiera que vaya y donde quiera que esté”. “Si, era mi deber
entregársela, porque usted ha sido trabajador, paciente y esforzado”. “Muchas gracias, ahora me
esforzaré para tener la sencillez y la humildad, la poderosa piedra no me
volverá vanidoso”. “Bien dicho cóndor, es urgente ser sencillo y humilde para que todas
las cosas fluyan. Pero le voy a hacer otro regalo que le gustará mucho”. “Otro
regalo? Me deja admirado, Rey” “ Si. He
venido también a revelarle el secreto para que conquiste la risa y la fuerza. Valores
importantes para enfrentar la vida”. “De verdad me va a confiar semejante
secreto?. “Si. Y como no tengo mucho tiempo para quedarme aquí y además quiero
disfrutar de mi paseo, voy a decírselo de una vez”.
Miró fijo a los
ojos del ave examinando si era merecedor de la confidencia. Carraspeó tres
veces, cerró los ojos medio minuto, respiró profundo, y mirándolo otra vez sin
parpadear, le dijo:
“Esto que le voy a
decir, es el mejor secreto que guardan los reyes y los grandes señores del
mundo. Ellos han llegado a un buen nivel de desarrollo personal por su
práctica, de modo que haga buen uso de él sin decírselo a nadie.
Aquí mismo, sin salir del nido, hará un rito
diario que lo conectará con las estrellas:
Por las mañanas
después de que haya desayunado, y también por las tardes, encenderá una fogata
que mantendrá por largo rato y usted estará junto a ese fuego hasta que se
extinga. La leña y el aire no pueden hacerle falta, porque el aire es el que dá
la combustión para que haya luz y calor. Luego, con mucha concentración en su
corazón tomará agua de una totuma conseguida en las tierras calientes del sur y
mientras hace eso, estará vigilante, muy alerta.
Cuando entre el
viento del oriente, ese aire se calentará con el fuego de la hoguera y se
elevará en la bóveda de la caverna saliendo al cielo, mezclándose con las nubes,
cambiándole los colores y extendiéndose luminosas por espacios secretos que
usted poco a poco irá descubriendo.
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