martes, 29 de julio de 2014

UN CONDOR GENIAL 11 (la fascinante historia de uno de los últimos cóndores que nos quedan en los andes Colombianos)





Segunda parte


Cinco días después de que el rey se fuera, en una mañana transparente y tranquila, el buitre caminando cerca a las rocas de su nido, levantó la cabeza.
Miró los riscos blancos de nieve y vio como a cinco mil metros  de distancia y ya ocultándose detrás de un largo pico , un globo grande de color rojo que se desplazaba suave en el viento tranquilo de esa mañana, igual a un jirón de nube jugando en el espacio.
A los cuatro minutos notó como se estrellaba contra las afiladas salientes rocosas a causa de un huracán repentino y violento que lo empujó hasta allá.
Era la región a donde llegaban los lobos hambrientos que rondaban seguido por aquellos lugares. Ahí encontraban gacelas encaramadas en los riscos, pájaros muertos de frio, ovejas perdidas de sus rebaños, y conejos que las águilas les tiraban desde muy arriba y que en un instante se convertían en sus presas.Por eso era urgente volar allá, no fuera que los lobos devoraran a los paseantes de la nave recién chocada en las rocasSacudió las alas para calentarse, para darle agilidad y fuerza a los músculos, y para que la sangre corriera furiosa calentando su cuerpo, esclareciendo su mirada y limpiando su mente que necesitaba clara y profunda . Brincó varias veces como si estuviera sufriendo un ataque desconocido, subiendo a la punta de una roca alta y cercana. Se impulsó con buena fuerza y extendió las  alas dejándose ir como una flecha por encima de las profundidades que se veían oscuras y sobre el hielo resplandeciente, pero con la vista proyectada en el sitio del accidente.Al llegar allá, vio el globo desinflado pero sin la canasta donde iban los muchachos.Rondó por los alrededores afanado hasta ver dos niños desmayados en lo hondo de una zanja difícil por lo estrecha y por las irregularidades de las rocas que no permitían movimientos fáciles.A pesar de eso y sin pensar, se dejó caer a lo hondo entre fuertes aletazos y arañazos de sus garras, enredado con las plantas espinosas que crecían en las paredes y que de todas maneras lo herían.
De los muslos se le desprendieron muchas plumas.
Extendió las alas a manera de brazos para sostenerse en las piedras salientes y en los leñosos arbustos, y con esfuerzo estiró las patas hasta lograr agarrar a uno de los niños.
Lo sacó con dificultad porque debía poner cuidado de no herirlo con las rocas y las ramas. Lo dejó en el borde del precipicio y bajó de nuevo por el otro joven que inmóvil en el fondo de la gruta, se enfriaba aceleradamente. Lo transportó al borde y contento por su primera misión, los apretó rápidamente en  sus patas y elevándose entre las nubes que habían allí, se fue con ellos al nido.Voló veloz hasta la boca de su cueva, donde los dejó para descansar un poco.
Luego los levantó de uno en uno con el pico, llevándolos hasta el fondo del nido donde los acomodó lo mejor que pudo junto a la fogata llena de brazas para que se les quitara el frío, además los puso uno cerca del otro, así sentirían su compañía aunque estuvieran inconcientes.Arrimó mas leña y ramas a la hoguera,  y sin perder tiempo encendió fuego con la piedrita del poder que el rey le había dejado y que botaba llamas quemantes.Pronto el nido se llenó de calor.
El ave notó que los jovencitos se movían acomodándose para seguir durmiendo, sin haberse dado cuenta de nada. 

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