Los muchachos recordaron
también lo que les dijo el sabio negro en el
País Chocoano: Que
encontrarían un tesoro y que viajarían en un cóndor gigante.
Por esos recuerdos supieron
que podían ir al rico país. “Van conmigo?” volvió a invitar el buitre. “Usted
sabe donde queda esa nación”? “No, pero la piedra del poder nos ayudará, con
ella encontraremos señales que nos indicarán el camino”.“Siendo así no hay
problema dijo Fresno; se que he nacido para la aventura; de modo que si, yo
voy. Es bueno arriesgarse, conocer lugares nuevos, probar el destino que sin
duda nos tiene buenas cosas. “Y cuando nos vamos? preguntó Coyaima, yo también
voy porque no podría dejar solo a fresno”. “Mañana, o mejor dicho hoy cuando
empiece a amanecer, mientras no haya calor puedo volar largo, el aire caliente
me fatiga, de modo que será necesario madrugar para ir tranquilos. y no se preocupen por ir en mis espaldas, mi plumaje los protegerá del frío, y del
viento.
Se miraron inquietos y
fascinados frente a semejante fantasía. Un viaje así, se convertía en una
historia increíble, que pondría envidiosos a los compañeros del colegio, a los
amigos del barrio, y a los primos que tanto fanfarroneaban de sus viajes a las
tierras del Guainía donde, decían, los
ríos eran de color violeta, que no iban hácia abajo sino que se devolvían. Les
habían dicho que ahí vivían bellas y jóvenes sirenas con aletas emplumadas de
color dorado. Que secuestraban a los hombres para llevárselos a vivir al fondo del
agua entre piedras y algas, y que mientras sonreían y nadaban tan diestras,
contaban historias de hombres enloquecidos de amor por ellas.
Había que poner furiosos a
los primos, a los compañeros y amigos y aprovecharían ésta ocasión que les
llegaba como anillo al dedo. “Las aventuras son para gozarlas decía Fresno
poniéndose de pié, mirando de cerca la piedrita del poder que brillaba como una
llama mágica en el hueco de la roca. La cogió poniéndola en la palma de la
mano, la hizo girar algunas veces y se la mostró a Coyaima que ya estaba a su
lado atraído por el color escarlata encendido y profundo. “Por qué se llama “La
piedra del poder?” le preguntó Fresno”. “No quieran saber tanto ahora. Solo
diré que cualquier persona puede ser dueña de una piedrita poderosa, pero el
desconocimiento que hay sobre ella, les impide conseguirla.
Pusieron la piedra en el
hueco de la roca y se tiraron encima de las plumas para dormir otro rato
mientras empezaba a amanecer.
El sueño los agarró, en
tanto que cóndor atizaba la hoguera para que el calor no se fuera. Cerró también
los ojos y en ocho minutos se durmió con el
pescuezo tronchado por haberse recostado mal en la pared.
Sus alas de color café
quedaron descuidadas encima de las ramas, los troncos y las plumas, como escudos de un guerrero en la batalla.
A pocas horas, el sol se asomó
entre las montañas de color azul en la distancia.
Se despertaron con la luz.
No tuvieron tiempo de estirarse, ni de bostezar porque el cóndor iba de un lado
a otro como preparando un plan de vuelo. Alistaron entonces un morral con
frutas, y mientras imaginaban la
aventura se reían inquietos, brincaban y jugaban, quizás impulsados por los
nervios. “Cuantos días volaremos?”. “Por donde pasaremos?”. “Hará mucho frío en
el vuelo?”. “Si resistiremos el viaje?”
Cóndor los miraba en
análisis. Se acercó a la roca de luz, cogió la piedrita escarlata y se la
incrustó en una rugosidad de su pata izquierda que le quedó iluminada en ese
punto. Ahí estaría segura.
Salieron de la gruta con
las chaquetas puestas. Se levantaron los cuellos, caminando en el hielo bajo un
día que iba a ser brillante y caliente después de descender de esas alturas.
Cóndor salió saltando en
los lisos escalones.
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