sábado, 4 de octubre de 2014

UN CONDOR GENIAL 19 (La fascinante historia de uno de los últimos cóndores que nos quedan en los Andes Colombianos)




Los muchachos recordaron también lo que les dijo el sabio negro en el
País Chocoano: Que encontrarían un tesoro y que viajarían en un cóndor gigante.
Por esos recuerdos supieron que podían ir al rico país. “Van conmigo?” volvió a invitar el buitre. “Usted sabe donde queda esa nación”? “No, pero la piedra del poder nos ayudará, con ella encontraremos señales que nos indicarán el camino”.“Siendo así no hay problema dijo Fresno; se que he nacido para la aventura; de modo que si, yo voy. Es bueno arriesgarse, conocer lugares nuevos, probar el destino que sin duda nos tiene buenas cosas. “Y cuando nos vamos? preguntó Coyaima, yo también voy porque no podría dejar solo a fresno”. “Mañana, o mejor dicho hoy cuando empiece a amanecer, mientras no haya calor puedo volar largo, el aire caliente me fatiga, de modo que será necesario madrugar para ir tranquilos.  y no se preocupen por ir en mis espaldas,  mi plumaje los protegerá del frío, y del viento.
Se miraron inquietos y fascinados frente a semejante fantasía. Un viaje así, se convertía en una historia increíble, que pondría envidiosos a los compañeros del colegio, a los amigos del barrio, y a los primos que tanto fanfarroneaban de sus viajes a las tierras del Guainía donde, decían,  los ríos eran de color violeta, que no iban hácia abajo sino que se devolvían. Les habían dicho que ahí vivían bellas y jóvenes sirenas con aletas emplumadas de color dorado. Que secuestraban a los hombres para llevárselos a vivir al fondo del agua entre piedras y algas, y que mientras sonreían y nadaban tan diestras, contaban historias de hombres enloquecidos de amor por ellas.
Había que poner furiosos a los primos, a los compañeros y amigos y aprovecharían ésta ocasión que les llegaba como anillo al dedo. “Las aventuras son para gozarlas decía Fresno poniéndose de pié, mirando de cerca la piedrita del poder que brillaba como una llama mágica en el hueco de la roca. La cogió poniéndola en la palma de la mano, la hizo girar algunas veces y se la mostró a Coyaima que ya estaba a su lado atraído por el color escarlata encendido y profundo. “Por qué se llama “La piedra del poder?” le preguntó Fresno”. “No quieran saber tanto ahora. Solo diré que cualquier persona puede ser dueña de una piedrita poderosa, pero el desconocimiento que hay sobre ella, les impide conseguirla.
Pusieron la piedra en el hueco de la roca y se tiraron encima de las plumas para dormir otro rato mientras empezaba a amanecer.
El sueño los agarró, en tanto que cóndor atizaba la hoguera para que el calor no se fuera. Cerró también los ojos y en ocho minutos se durmió con el  pescuezo tronchado por haberse recostado mal en la pared.
Sus alas de color café quedaron descuidadas encima de las ramas, los troncos y las plumas, como  escudos de un guerrero en la batalla.
A pocas horas, el sol se asomó entre las montañas de color azul en la distancia.

Se despertaron con la luz. No tuvieron tiempo de estirarse, ni de bostezar porque el cóndor iba de un lado a otro como preparando un plan de vuelo. Alistaron entonces un morral con frutas, y  mientras imaginaban la aventura se reían inquietos, brincaban y jugaban, quizás impulsados por los nervios. “Cuantos días volaremos?”. “Por donde pasaremos?”. “Hará mucho frío en el vuelo?”. “Si resistiremos el viaje?”
Cóndor los miraba en análisis. Se acercó a la roca de luz, cogió la piedrita escarlata y se la incrustó en una rugosidad de su pata izquierda que le quedó iluminada en ese punto. Ahí estaría segura.
Salieron de la gruta con las chaquetas puestas. Se levantaron los cuellos, caminando en el hielo bajo un día que iba a ser brillante y caliente después de descender de esas alturas.

Cóndor salió saltando en los lisos escalones.




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