miércoles, 15 de octubre de 2014

UN CONDOR GENIAL 20 (La fascinante historia de uno de los últimos cóndores que nos quedan en los Andes colombianos)



Cóndor salió saltando en los lisos escalones.
Sacudió fuerte las alas despertando el calor en su cuerpo. Volteó a mirar a sus amigos caminando hasta el borde de una alta roca debajo de la que estaba el vacío. Fueron hasta allá en silencio.
Sin perder tiempo cóndor se agachó y estiró una pata para que los muchachos subieran. Les dijo “Agárrense de las plumas gruesas y no piensen en nada, solo déjense llevar y así no tendrán miedo.
Fresno puso el pié en la pata del ave, buscó las plumas para agarrarse, y de un brinco se encaramó en las anchas costillas emplumadas. Lo mismo hizo Coyaima. Cuando estuvieron entre el  plumaje se rieron con risa rara que ellos mismos desconocieron.
El buitre les dijo “Acomódense bien que nos vamos”. Buscaron la cavidad del espinazo y se sujetaron fuerte.  Quedaron como piojos en las costillas de un gallinazo.
El ave prometió ser fuerte en el viento. Mantendría el entusiasmo y estaría vigilante a toda hora para decidir con claridad en cualquier emergencia. Volaría como no lo había hecho nunca, con prudencia y conocimiento.
Se concentró entonces, pidiéndole a los dioses del viento y de las alturas su cuidado y protección. Inclinó la cabeza, respiró profundo avivando sus pulmones y su corazón.  Juntó las fuerzas, desplegó las alas, saltó al vacío y planeó suave y vigoroso en el mañanero espacio, formando parte del viento y convirtiéndose en perfil de la luz.
Al verse tan altos, los jovencitos sintieron miedo.
Estiraban la cabeza entre el plumaje para atisbar la velocidad de las montañas que se quedaban atrás en un momento, sintieron alegría por la altura, por la velocidad en el espacio azul  ladrillo de la mañana.
Vieron abajo la belleza de los valles, mas allá las montañas en la bruma, los ríos incansables, las nubes fabricando centenares de figuras. “Es magnífico todo lo que veo”, gritó Coyaima. Nunca podré olvidar semejante aventura”. “Es como un hechizo, una magia” dijo Fresno gritando también. “No lo cambio por nada”. “Yo tampoco”. “Bravo cóndor usted es un campeón”.
Reían y otra vez reían.
El viento y la luz los ahogaba. “Mire allá una cabaña, que linda es y los colores tan bonitos que tiene”. “Si ve Fresno ese río de color verde y el otro que corre al lado, de color amarillo? son grandes, formidables. Las venas de la tierra”. “Y que tal el bosque, no es fantástico?” “Si, todo es fantástico la tierra es increíble”. “Mire, ese lago brilla lo mismo que un espejo, con seguridad ahí se mira la luna cada vez que quiere maquillarse”. “Y esa manada de gacelas está jugando. Se persiguen corriendo por la espalda de la montaña y entre las rocas”.
“En la historia de la tierra”,  le diría el cóndor  un año después al rey del viento, “no hubo un viaje como aquel. Tener esa responsabilidad con los jóvenes fue atractivo y angustiante a la vez”.
Vieron un azul hondo en la distancia. Cayeron en cuenta que eran dueños de un espacio  en el que volaban libres, los caminos del aire tenían la propiedad de ser amplios y seguros.

Fresno que ya estaba calmado de tantas sorpresas en tan poco tiempo,  le propuso al buitre en un grito “Cuéntenos algo cóndor no se quede callado”. “Como?”. El ave sacudió la cabeza y dijo “Es que a veces me quedo callado porque reflexiono en cosas necesarias. Ahorita pienso como encontrar la ruta al rico país a donde vamos.  Seguiré tranquilo; lo peor que puede pasar es dejarme confundir”.
Concentró la fuerza y navegó formidable. Le había aprendido al rey del viento la importancia de usar bien la mente y el uso de las facultades en cualquier actividad de la vida.
Estaba seguro de hacer un gran viaje, conservando la armonía de la mente y el buen uso de las emociones.




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