sábado, 15 de noviembre de 2014

UN CONDOR GENIAL 24 (La historia de uno de los últimos cóndores que nos quedan en los andes Colombianos)



Coyaima dijo “Qué pasó? soñé que estaba volando como una gaviota en el mar”. “Su sueño era verdad” respondió el ave mirándolo incrédulo.
Tenían hambre.
Cóndor vió guayabos. Caminó hasta allá y comió centenares igual que fresno y coyaima, con el hambre que tenían. Después llenaron los morrales y las camisas, que amarraron en la cintura para asegurarlas y se alejaron muy callados.
En el borde de un arroyo bebieron de su agua  que corría tranquila y susurrante…… lo mismo hizo el ave que les dijo “Voy a contarles la historia de los enanos salvajes, así no olvidarán éste país”
“Esa gente no quiere extranjeros en su tierra y por eso pelean mucho con los pueblos vecinos. Cuando ven un extraño en su pueblo, lo llevan a la plaza central, lo amarran de pies y manos y lo cuelgan en el árbol de los sacrificios hasta que muere de hambre, dolor y sed, sin ser ayudado por ninguno. Entonces la noticia de esa muerte llega al imperio de la víctima, donde de inmediato se hacen preparativos para el combate que sin duda será feróz, como todos los combates que se hacen con los enanos verdes.
Los batallones del otro país llegan inesperadamente, con tanques y cañones disparando enfurecidos a todo sitio, destruyendo todo y matando a mucha gente, que es lo que persiguen.
Entonces los enanos pelean con lanzas de fuego y con espadas incendiarias, eliminando a la gente cercana, pero también van con cañones atómicos, bombas de neutrones y otras armas temibles que han inventado para estas batallas.
Algunos enanos especializados en cortar cabezas, las cercenan de los cuerpos, las recogen y las llevan en carretas tiradas por perros blancos y ojos rojos de los que salen chispas quemantes por la rabia que mantienen. Llevan esas cabezas al templo de las adoraciones donde las embalsaman y las purifican para que no sean tragadas por las plagas. Hay siete sacerdotes para esa labor, y cuando la hacen, se visten de rojo, con gorros rojos y zapatos también rojos porque dicen que es el color del poder y de la fuerza. Se ponen coronas de eucalipto sobre el gorro rojo porque así parecen semidioses de la inmortalidad.
Ponen las cabezas del rito sobre repisas de plata y bronce, y encima de mesas fabricadas con los mismos metales. Luego las purifican quemando mirra, aloe e incienso en esa cámara oculta, que está forrada con láminas de oro. Continuamente cantan himnos profanos, danzando a su alrededor después de tomar vino de frutas desconocidas.
Luego de mucho cansancio por las danzas y los himnos, les revientan los ojos a las cabezas con una aguja capotera y se toman con gran deleite el líquido de los cerebros, llenando vasos de oro con una perla en el fondo. Eso lo hacen para conseguir la inteligencia enemiga.
Finalmente embriagados de sangre y líquido cerebral, inclinan el cuerpo muchas veces respirando hondo y entonando una sílaba sin interrupción hasta conseguir el éxtasis total.
Con el tiempo, la piel se les pone terrosa y la voz parece de ultratumba. Los ojos se les brotan saltones y alucinados, se les extravían echando chispas rojas, igual que los perros jaladores de las carretas. Todo eso que hacen con las cabezas les transforma las facciones, la voz, los ademanes y actitudes, pareciendo demonios salidos de su infierno
El corazón les late como les late a los monstruos. Inexplicablemente ese órgano quiere dejar de funcionar y en poco tiempo se les va convirtiendo en una piedra . . .  así no tienen sentimientos y se transforman en verdaderos discípulos de los demonios.


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