Coyaima dijo “Qué
pasó? soñé que estaba volando como una gaviota en el mar”. “Su sueño era verdad”
respondió el ave mirándolo incrédulo.
Tenían hambre.
Cóndor vió guayabos. Caminó hasta allá y comió
centenares igual que fresno y coyaima, con el hambre que tenían. Después
llenaron los morrales y las camisas, que amarraron en la cintura para
asegurarlas y se alejaron muy callados.
En el borde de un arroyo bebieron de su agua que corría tranquila y susurrante…… lo mismo
hizo el ave que les dijo “Voy a contarles la historia de los enanos salvajes, así
no olvidarán éste país”
“Esa gente no quiere
extranjeros en su tierra y por eso pelean mucho con los pueblos vecinos. Cuando
ven un extraño en su pueblo, lo llevan a la plaza central, lo amarran de pies y
manos y lo cuelgan en el árbol de los sacrificios hasta que muere de hambre,
dolor y sed, sin ser ayudado por ninguno. Entonces la noticia de esa muerte llega
al imperio de la víctima, donde de inmediato se hacen preparativos para el
combate que sin duda será feróz, como todos los combates que se hacen con los
enanos verdes.
Los batallones del
otro país llegan inesperadamente, con tanques y cañones disparando enfurecidos
a todo sitio, destruyendo todo y matando a mucha gente, que es lo que persiguen.
Entonces los
enanos pelean con lanzas de fuego y con espadas incendiarias, eliminando a la
gente cercana, pero también van con cañones atómicos, bombas de neutrones y
otras armas temibles que han inventado para estas batallas.
Algunos enanos
especializados en cortar cabezas, las cercenan de los cuerpos, las recogen y
las llevan en carretas tiradas por perros blancos y ojos rojos de los que salen
chispas quemantes por la rabia que mantienen. Llevan esas cabezas al templo de
las adoraciones donde las embalsaman y las purifican para que no sean tragadas
por las plagas. Hay siete sacerdotes para esa labor, y cuando la hacen, se visten
de rojo, con gorros rojos y zapatos también rojos porque dicen que es el color
del poder y de la fuerza. Se ponen coronas de eucalipto sobre el gorro rojo
porque así parecen semidioses de la inmortalidad.
Ponen las cabezas
del rito sobre repisas de plata y bronce, y encima de mesas fabricadas con los
mismos metales. Luego las purifican quemando mirra, aloe e incienso en esa
cámara oculta, que está forrada con láminas de oro. Continuamente cantan himnos
profanos, danzando a su alrededor después de tomar vino de frutas desconocidas.
Luego de mucho
cansancio por las danzas y los himnos, les revientan los ojos a las cabezas con
una aguja capotera y se toman con gran deleite el líquido de los cerebros,
llenando vasos de oro con una perla en el fondo. Eso lo hacen para conseguir la
inteligencia enemiga.
Finalmente embriagados
de sangre y líquido cerebral, inclinan el cuerpo muchas veces respirando hondo y
entonando una sílaba sin interrupción hasta conseguir el éxtasis total.
Con el tiempo, la
piel se les pone terrosa y la voz parece de ultratumba. Los ojos se les brotan
saltones y alucinados, se les extravían echando chispas rojas, igual que los
perros jaladores de las carretas. Todo eso que hacen con las cabezas les transforma
las facciones, la voz, los ademanes y actitudes, pareciendo demonios salidos de
su infierno
El corazón les late
como les late a los monstruos. Inexplicablemente ese órgano quiere dejar de funcionar
y en poco tiempo se les va convirtiendo en una piedra . . . así no tienen sentimientos y se transforman en
verdaderos discípulos de los demonios.
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