Agotados también
los sacerdotes, suben al púlpito donde dicen una fórmula sagrada que no falta
en ninguna ceremonia.
“Hemos quedado
bendecidos por el poder del cráneo enmigo. Ese poder nos ha llegado hasta la sangre, se ha metido en la
carne, en los huesos, en el cerebro y en el corazón, dándonos fuerzas poderosas
para eliminar enemigos que quieren hacernos daño. Paz por siempre a los enanos,
y que el cráneo nos acompañe por los siglos de los siglos con su ilimitado
poder y su gloria bendita”
La multitud se pone inmediatamente de pié y responde a
gran voz, agachando la cabeza: “Paz y
fuerza a nosotros por siempre, por los siglos de los siglos el cráneo guerrero
nos bendiga a todo momento, así sea”
A esos ritos no
falta nadie del pueblo. No ir significa morir mas tarde o mas temprano, guillotinado en el patíbulo central, debajo
del árbol de los sacrificios. Cuando alguien falta a las magnas celebraciones,
lo buscan como aguja hasta encontrarlo.
Sin consideración
y sin oídos a las súplicas familiares o de los amigos, lo ahorcan a la vista de
todos para que sirva de escarmiento y de ejemplo a ese pueblo movido por el
miedo. Entonces, terminado el sacrificio, su cabeza va a parar a algún sótano donde
será purificada y quizás también adorada, después de borrarle los pensamientos
y de haberle eliminado los malos impulsos contenidos en su cerebro.
Por esas
costumbres tan crueles y sanguinarias, es que los enanos son atacados por los pueblos
vecinos. Saben que es un país depravado, de baja condición, que quiere únicamente
la maldad para ponerla a su favor a través de los continuos ritos demoniacos.
Hay que tener
cuidado con ellos porque pueden dejarnos sin cabeza”, terminó diciendo el ave
que cogió mas guayabas diciendo “Es mejor irnos ya. Así nos evitaremos
problemas con la gente de aquí”.
Se inclinó a un lado para facilitarle la
subida a los muchachos en sus costillas.
Los jóvenes se agarraron del plumaje subiendo muy
rápido.
Fresno que estaba ansioso, le ordenó “Arranque
pues, vuele ya, sin demora”
El animal batió poderoso las alas elevándose
en un instante. Desde arriba, los tres viajeros miraron curiosos la plaza del
poblado. Decenas de enanos caminaban por las cortas calles y al lado de las
casas, con arcos y flechas incendiarias, con largos tubos de hierro parecidos a
cañones, con los que disparaban bolas de fuego al enemigo.
Al ver que cóndor volaba en el espacio que era
solo de los enanos, tensaron los arcos rápidamente, disparándole una larga
lluvia de flechas que el procuró esquivar volando a gran velocidad pero le fue
imposible evitarlas, porque dos le quedaron clavadas en el muslo derecho
haciéndolo sangrar, impidiéndole seguir volando, por la quemazón y por el dolor
que tenía……. Y no fue solo eso, porque los enanos con los tubos en el hombro,
le apuntaron con mucha precisión, disparándole centenares de bolas de fuego del
tamaño de peloticas de ping-pong.
Casi pierde el control del vuelo.
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