viernes, 19 de diciembre de 2014

UN CONDOR GENIAL 29 i (La historia de uno de los últimos cóndores que nos quedan en los Andes Colombianos)



Ahora como se siente después del milagro?”. “Me siento bien. Las quemaduras me laten y me arden un poquito pero estoy bien”. “Seguro  las flechas estaban envenenadas” comentó Fresno cogiendo una que estaba cerca, mirándole la punta, atento.  Usted tenía mucha baba en la naríz y en el pico, y temblaba feo. También estaba muy caliente seguro por la fiebre”.
Se acercó al cóndor tocándole las alas y el pescuezo. No tenía calor, y en la naríz y el pico la baba ya no se descolgaba. El estremecimiento y la congestión  le habían desaparecido también. Ahora pasen la piedrita por encima de las quemaduras que me hicieron las bolas de fuego. Necesito estar bien para seguir el camino”. “Dígame donde le arde”. “El cuero del buche me arde y también debajo de las alas y en la espalda”. “Entonces espere le miro el buche”.
Corrieron allá. Fresno y Coyaima le vieron las plumas calcinadas, en ceniza, y la piel ampollada, enrojecida. Habían pedazos de cuero grasosos, recogidos a un lado junto a las plumas. Coyaima le dijo a Fresno “Déjeme yo lo hago”.
Fresno le pasó la piedrita a su amigo, y coyaima se acercó a la quemadura. La pasó varias veces casi tocándola, y como algo natural, la piel le cambió apareciendo sana de inmediato. 
Las plumas empezaron a crecer, alcanzando en siete minutos el tamaño normal. Eran mas lindas, de mejor color y mas brillantes……….como un cóndor muy joven  “Si ve ese prodigio que está pasando cóndor?”. “Si, parece increíble todo esto, y ahora ya no tengo ardor”. “Con esa piedrita somos poderosos”. “Si”.
“Cual es el poder que tiene? Preguntó Coyaima. “Es difícil saberlo. Lo único que sé es que el rey del viento, ese gran aliado, conoce los secretos de la naturaleza y pone esos secretos en las piedras que le regala a sus amigos”.
Lo miraron siguiendo en sus curaciones, mandaron la luz escarlata de la piedra a otras ulceraciones, a los muslos, al pescuezo, al nacimiento de las alas y a las costillas. Manojos de plumas crecieron frente a ellos y cóndor se rejuveneció. Fresno se acercó a la pata del ave, buscó la  rugosidad y abriéndola sin mucho esfuerzo, metió la piedrecilla asegurándola bien. Al instante iluminó mas su escondite con el rojo escarlata.
“Ya está todo bien. Ahora podemos seguir el viaje”, dijo Fresno. “Si eso es lo que hay que hacer, aprovechemos bien el tiempo”,  contestó coyaima.
Treparon contentos al ave, revisando las plumas nuevas, jalándolas para probar si resistían su fuerza. Vieron que todo estaba bien y que ni siquiera el olor a chamusquina había quedado.



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