jueves, 22 de enero de 2015

UN CONDOR GENIAL 33 ( La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colombianos)

 
 



Un día, muy ansioso, entró a su escuela, ubicada en el centro de la ciudad,  implorándole a los instructores que le dieran la fórmula. Les prometió que no la usaría mal y que como le faltaba poco para graduarse les hacía esa solicitud . . Pero lo que pasaba secretamente era que las princesas rayadas lo acosaban para que les enseñara los artificios del amor y el no podía hacerlo sino con la fórmula.

Les rogó y rogó a los maestros, les suplicó el favor de la fòrmula hasta la vergüenza. Lloró delante del alto mago y maestro pero nada, la institución fue inflexible porque sabían que el mago vagabundo usarìa su poder en el mal

 

Después de la actitud negativa de los instructores, salió por las calles maldiciendo enloquecido, después de haberlos injuriado y de haber dado un portazo inolvidable que casi quiebra las paredes de la escuela. Pataleó en el rincón de una calle central, echando espuma por la boca, llorando inconsolable y gritando iracundo con berridos que llamaron rápido  la atención de los vecinos. Los ojos se le pusieron como dos bolas de fuego, y llamas quemantes caìan de ellos, calcinando todo aquello que estaba a su alcance. Se espelucó alocadamente tambièn. Caminó mucho rato, sin ruta, seguido por la mirada de la gente que lo observaba curiosa y aterrada, porque a ese hombre lo distinguían desde niño y ahora estaban asombrados viéndolo asì de cambiado. Finalmente cayò cansado, inconsciente y soñoliento al borde de un camino embarrado, ya lejos de la ciudad.

Allà durmió pesado como una piedra. Se despertó a las cuatro horas, transformado en una especie de fiera incontrolable, decía Fresno.

El mago vagabundo juró no respetar nada ni a nadie porque lo habían ofendido en su mas hondo sentir y eso no lo toleraba.

Un viernes a las cinco de la tarde se encerró en su casa después de conseguir en varias tiendas y con amigos sospechosos, sustancias raras y objetos misteriosos.

Encendió luces de colores por todos los rincones de su casa, por las habitaciones, las escaleras, en el patio y los zaguanes que mantenían siempre en penumbra.

Empezando el rito que tenía programado para despertar sus  poderes, levantò los brazos al espacio haciendo contorsiones forzadas frente a una imagen de la diosa Patasola que estaba entre flores y hierbas perfumadas, en un altar improvisado.  Invocó al dios de las piedras y a Mohán, que viviàn en el nevado del Tolima, en el país de la nieve. Los conjuró mucho rato para que llegaran a su lado y escucharan las misiones delicadas que les iba a encargar. Esa rara invocaciòn se alargò por doce horas y los dioses no llegaban porque según percibió en su enajenado estado, se habían ido para el Chocò a pedirle un favor al dios de los indios Waunana. Pero después de muchas horas y acercándose Mohan al país de los Pijaos, sintieron el apremiante llamado del vagabundo, que les iba quitando su paz con esa loca y persistente invocaciòn. Entonces Mohán, sin comer nada y sin hablar con nadie, se subió a su carruaje de fuego y transformándolo en rayo llegó en menos de un momento, a la casa del hechicero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario