Pero no eran completamente
estatuas, dijo Fresno. Aunque perdieron la mente y el sentir, les nacieron
raíces en el cuerpo que estaba en contacto con la arena. Asì se alimentaban con
el aceite de las piedras derretidas.
Coyaima sacó guayabas
de su morral y le dio a sus amigos.
Fresno siguió diciendo
“Pero al mago vagabundo le fue peor. La naturaleza lo condenó a llevar un corazón de roca, eternamente . . .Todo eso me
lo contó mi padre y se lo he dicho igual a ustedes, dijo Fresno mirando la reseca e increíble extensión
paralizada.
La arena amarilla
se calentó y ellos se pusieron de pié. Arrancaron a caminar sintiendo que miles
de ojos inmóviles los miraban.
Examinaban las
estatuas, su edad, las facciones, los ojos, su fuerza y debilidad, las manos y
la boca, la carrera y el espanto de ese terrorífico rato.
Caminaron algo
enajenados, mas de la tercera parte de la ciudad. De pronto escucharon la voz cavernosa de una estatua
que parecía ir corriendo, como huyendo en su posición de piedra. “Se lo que buscan, amigos viajeros. Ustedes
quieren llegar al país de los tesoros, como otros que han pasado por aquì. Quieren
ser dueños del gran tesoro desconocido y los felicito por eso.
Debo decirles, porque
veo armonìa en sus corazones, que ese país está en la serranía de los cedros, al
otro lado de la cadena de montañas que se ven, siguiendo al oriente, cerca al
lago de los peces áureos. Yo estuve en ese país cuando era niño pero no
encontré el tesoro porque me faltó la ternura.
Se miraron los jòvenes
con el còndor, y miraron a la estatua
que también les dijo “El mago vagabundo
destruyó mi vida el dia que invocò a Mohan pidiéndole que le aumentara sus
poderes para arruinar la ciudad, pero raramente me quedó la facultad de ver y
tengo momentos de mucha lucidèz. El corazón me palpita solo una vez al día y
cuando puedo, ruego a las fuerzas del universo, que me devuelvan la ternura
porque es la única manera de recuperar el resto de mis facultades y todo mi
cuerpo que tanto necesito porque es sagrado, como lo saben todas las estatuas de
aquì. Ustedes encontrarán el país que buscan cuando hablen con el caballo de
sangre verde que baja entre milenio y milenio de las nubes. Ese día el sol rodará
por las montañas de estos sitios y el caballo llegará después de que el sol se
vaya. Eso pasa cada mil treinta años y ahora no pueden perder la oportunidad
porque ese tiempo se ha acercado.
Ese caballo de
sangre verde les dirá donde está exactamente el tesoro.
Ahora me voy, adiós. “Adiós y gracias. Rogaremos
a las fuerzas minerales que le devuelvan su humanidad que tanto necesita”, le dijo
el cóndor.
En ese momento a la estatua se le perdió la
mirada y la voz.
Y los viajeros se fueron por un corredor de
columnas desmoronadas hasta un campo fresco entre el aire caliente de esa hora.
“Ya tenemos la clave para llegar al país que queremos, se dan cuenta? la vida va
poniendo las cosas cuando es el momento preciso, dijo el cóndor levantando las
alas para que le entrara aire y lo refrescara un poco.
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