miércoles, 4 de febrero de 2015

UN CONDOR GENIAL 35 (La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colombianos)




Pero no eran completamente estatuas, dijo Fresno. Aunque perdieron la mente y el sentir, les nacieron raíces en el cuerpo que estaba en contacto con la arena. Asì se alimentaban con el aceite de las piedras derretidas.

Coyaima sacó guayabas de su morral y le dio a sus amigos.

Fresno siguió diciendo “Pero al mago vagabundo le fue peor. La naturaleza lo condenó a llevar un  corazón de roca, eternamente . . .Todo eso me lo contó mi padre y se lo he dicho igual a ustedes, dijo Fresno  mirando la reseca e increíble extensión paralizada.

La arena amarilla se calentó y ellos se pusieron de pié. Arrancaron a caminar sintiendo que miles de ojos inmóviles los miraban.

Examinaban las estatuas, su edad, las facciones, los ojos, su fuerza y debilidad, las manos y la boca, la carrera y el espanto de ese terrorífico rato.

Caminaron algo enajenados, mas de la tercera parte de la ciudad.  De pronto escucharon la voz cavernosa de una estatua que parecía ir corriendo, como huyendo en su posición de piedra. “Se  lo que buscan, amigos viajeros. Ustedes quieren llegar al país de los tesoros, como otros que han pasado por aquì. Quieren ser dueños del gran tesoro desconocido y los felicito por eso.

Debo decirles, porque veo armonìa en sus corazones, que ese país está en la serranía de los cedros, al otro lado de la cadena de montañas que se ven, siguiendo al oriente, cerca al lago de los peces áureos. Yo estuve en ese país cuando era niño pero no encontré el tesoro porque me faltó la ternura.

Se miraron los jòvenes con el còndor,  y miraron a la estatua que también les dijo  “El mago vagabundo destruyó mi vida el dia que invocò a Mohan pidiéndole que le aumentara sus poderes para arruinar la ciudad, pero raramente me quedó la facultad de ver y tengo momentos de mucha lucidèz. El corazón me palpita solo una vez al día y cuando puedo, ruego a las fuerzas del universo, que me devuelvan la ternura porque es la única manera de recuperar el resto de mis facultades y todo mi cuerpo que tanto necesito porque es sagrado, como lo saben todas las estatuas de aquì. Ustedes encontrarán el país que buscan cuando hablen con el caballo de sangre verde que baja entre milenio y milenio de las nubes. Ese día el sol rodará por las montañas de estos sitios y el caballo llegará después de que el sol se vaya. Eso pasa cada mil treinta años y ahora no pueden perder la oportunidad porque ese tiempo se ha acercado.

Ese caballo de sangre verde les dirá donde está exactamente el tesoro.

 Ahora me voy, adiós. “Adiós y gracias. Rogaremos a las fuerzas minerales que le devuelvan su humanidad que tanto necesita”, le dijo el cóndor.

En ese momento a la estatua se le perdió la mirada y la voz.

Y los viajeros se fueron por un corredor de columnas desmoronadas hasta un campo fresco entre el aire caliente de esa hora. “Ya tenemos la clave para llegar al país que queremos, se dan cuenta? la vida va poniendo las cosas cuando es el momento preciso, dijo el cóndor levantando las alas para que le entrara aire y lo refrescara un  poco.
 
 
 





 

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