Vieron las montañas elevándose para luego
descender y volver a subir con una línea de luz en sus siluetas.
Cóndor extendió las alas y los muchachos se
durmieron sin darse cuenta. Soñaron con nubes negras y tormentas apocalìpticas:
Los rayos caían rompiéndoles los huesos y quemándolos sin compasión. Gritaron y
graznaron feamente hasta que al otro día despertaron a las nueve de la mañana.
El sol estaba subiendo detrás de una montaña, iluminándola
con luces verdes y violeta, escalaba lento como un alpinista cuidadoso. Posiblemente
se descolgaría del cielo hoy y rodarìa por las crestas montañosas. Había que
esperar a ver que pasaba.
Mientras tanto ave y jóvenes caminaron entre
los árboles buscando frutas, flores y raíces comestibles.
Cóndor se fue por un lado entre árboles
olorosos a resina que aromaba la montaña. Por el otro lado se fue fresno
subiendo una cuesta regularmente empinada, y mirando a Coyaima que venía también.
Al llegar al filo, vieron abajo y al otro lado como a setenta metros una laguna
pequeña de color azul-verdoso muy llamativa.
Bajaron corriendo y gritando, llegando finalmente
a la orilla, que tenía perfumes de flores desconocidas. En esa laguna los peces
saltaban a la superficie formando pequeñas olas que iban a estrellarse en la
tierra hùmeda. Se quedaban suspendidos un instante para desaparecer luego en el
mismo aire. No en el agua.
Se quedaron quietos mirando el fantástico
malabarismo y el extraño fenómeno del aire tragándose a los peces. Salían muchos
de ellos con distintos colores y formas, impulsados por una fuerza inverosìmil,
para desparecer en el espacio, igual que la llama de una vela.
Fresno se quedó bobo frente a èste prodigio.
Tenía la boca abierta y las facciones olvidadas igual que Coyaima, hasta que
vieron al cóndor arriba en la colina, mirándolos inmòvil. El buitre se dio
cuenta que lo habían descubierto, y bajando en un corto vuelo, se acomodó a su
lado recibiendo la brisa, y les dijo “Ahora tenemos la seguridad que aquí es la Serranía de los Cedros. .
. Recuerdan lo que dijo la estatua?, dijo
que a un lado de la serranía veríamos el lago de los peces áureos. Son
precisamente esos peces que están saltando y desapareciendo en el aire en èste
momento. Ahora tenemos que quedarnos aquí hasta que el sol se venga rodando por
el llano”. “Verdad aquí es?” “Si. aquí
los objetos, los animales y los hombres desaparecen misteriosamente; el rey del
viento me dijo que encima de la laguna hay un agujero negro devorador de todo. De
pronto el caballo de sangre verde venga desde el cielo por ese agujero. “Increíble
dijo coyaima mirando el desaparecer de los peces en el aire quieto”. “Quiere
decir que si nadáramos en ésta laguna desapareceríamos?” “Con seguridad eso
pasaría”, dijo el ave.
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